La crisis desencadenada en toda Europa y en el mundo, a lo largo de 2008 y de la que aún no hemos salido, se ha traducido en un aumento brutal del desempleo juvenil. Esta realidad ha contribuido a que perdamos de vista otro efecto dramático de esa crisis: los adultos con baja cualificación soportan algunas de las tasas más altas de desempleo de larga duración en Europa y carecen de oportunidades reales de recuperar un empleo.
Las personas adultas de entre 25 y 64 años que no han completado la formación secundaria suponen hoy más de 70 millones de personas en la Unión Europea. Su tasa media de desempleo es de 17%, casi 8 puntos porcentuales por encima de la media europea. Pero en el caso de España, el porcentaje de trabajadoras y trabajadores con baja cualificación alcanza el 45% y su tasa de paro supera el 30%.
Paradójicamente, estos adultos menos cualificados, son los que menos acceden a la formación profesional para el empleo. En términos europeos, sólo 4 de cada 100 adultos con baja cualificación participan en algún curso o acción formativa, mientras que ese porcentaje sube hasta el 9% en la media y son, precisamente, quienes tienen título universitario, los que en un 16% de los casos participan en actividades formativas.
Hay que tener en cuenta que cuando hablamos de poca cualificación, no nos referimos sólo a carecer de habilidades específicas para ocupar un puesto de trabajo, sino de otras habilidades y competencias de comprensión lectora y expresión escrita, comunicación, o utilización de redes informáticas.
Una situación que se ve agravada por la tendencia de muchos empresarios a contratar personas sobrecualificadas, porque identifican, de forma errónea en muchos casos, cualificación general con mayor habilidad para ocupar cualquier puesto de trabajo.
Las personas adultas con baja cualificación afrontan además una dificultad mayor para acceder a nuevos empleos disponibles, mientras los Servicios Públicos de Empleo, especialmente en España, realizan un esfuerzo muy pequeño y escaso para ayudarles a buscar empleo.
Muchas de nuestra personas adultas con poca cualificación proceden de situaciones de abandono, cuando no de fracaso escolar. Su retorno a la formación es complicado si no cuentan con acompañamiento, orientación y ayuda.
En definitiva, en un mercado de competencias y competitividad, las personas adultas con niveles de poca cualificación, tienen todas las de perder y todas las papeletas para permanecer en el desempleo, durante largos periodos de tiempo.
Para mejorar la situación de estas personas con poca cualificación se pueden hacer muchas cosas, aprovechando experiencias europeas puestas en marcha en estos momentos. Vincular formación con puesto de trabajo es esencial, siempre que, paralelamente, se refuercen los Servicios Públicos de Empleo. En primer lugar, valorar la situación de cada persona: sus conocimientos, sus habilidades, sus competencias, supone un buen punto de partida.
Además, aprender en un puesto de trabajo, limita mucho el rechazo natural de quien ha abandonado los estudios, a volver a un aula, además de permitir un tratamiento más individual y personalizado en cada caso. No sólo aprendes a desempeñar un puesto de trabajo, sino que mejora la capacidad de buscar empleo.
Ahora bien, la formación de las personas adultas con poca cualificación utilizando la vinculación a un puesto de trabajo, sólo puede funcionar si nuestros empresarios dejan de pensar en la utilización de estas fórmulas como nuevos mecanismos de explotación y abuso de las relaciones contractuales y laborales.
Por eso, el reforzamiento de los Servicios Públicos de Empleo, debe ir acompañado del establecimiento de mecanismos eficaces para que administraciones, centros de formación, empresarios y sindicatos, trabajen conjuntamente en la mejora de la formación de las personas con poca cualificación, al tiempo que se establecen instrumentos que permitan, a quienes participan en estos programas, certificar y acreditar sus logros en adquisición de nuevas habilidades.
Creo que se puede mejorar la situación de desventaja laboral y social en que se encuentran las personas poco cualificadas.Países como Francia han puesto en marcha talleres de inserción laboral en centros de trabajo. Otros, como Dinamarca, desarrollan programas de formación profesional básica para adultos. En el caso de Alemania, existen medidas para la reintegración en el trabajo. Programas para completar y validar conocimientos previos, han sido puestos en marcha en Suecia. En Holanda, el centro Centro Laboral de Capacitación de Holanda permite obtener certificados de formación profesional básicos.
Se trata de remover los obstáculos de estas personas para validar sus conocimientos previos, su experiencia profesional. Se trata de poner en marcha programas de formación vinculados al centro de trabajo, asentados en la cooperación de las instituciones, con las empresas, los centros de formación y los sindicatos, integrándolos en el marco nacional de cualificaciones formales y no formales.
Se trata de que los Servicios Públicos de Empleo refuercen su capacidad de convocar, orientar y dirigir a estas personas hacia programas de formación que se adapten y respondan a sus necesidades.Y todo ello requiere recursos suficientes. Mayor cooperación y reforzamiento de la participación, construyendo estructuras de trabajo compartido.
La necesidad es urgente, por más que la política, en estos momentos, demuestre poca estabilidad, poca voluntad y escaso consenso, para centrar esfuerzos, en este reto esencial de la inserción laboral y la mejora de la vida de las personas con poca cualificación.
Francisco Javier López Martín