PP, giro a la derecha

Se veía venir. La política, no sólo la española, se está decantando hacia el patrioterismo fácil. Se buscan líderes con imagen juvenil, con ideas aparentemente claras, aunque tremendamente simplonas, que calen en el imaginario sentimental de las masas.

Líderes que nos hagan identificarnos orgullosamente con unos cuantos mantras exitosos, no tanto por su racionalidad, sino por ser incansablemente repetidos y porque parecen encarnar la solución a todos nuestros problemas. Desde la aparente coherencia, se trata de delimitar claramente nuestro espacio, confrontado con el de los otros.

Hay que ser atrevidos, osados. Hay que ofrecer un proyecto que rechace el enquistamiento, la solemnidad y el poder que se le supone a los aparatos. Ofrecer una cierta imagen antisistema, unas veces por la izquierda y en otros casos por la derecha. Aunque ese carácter antisistema consista en recuperar lo tradicional y hasta lo rancio. Quien aparece vinculado más directamente a la estructura de poder en el partido lleva todas las de perder.

El triunfo de Trump en Estados Unidos ha sido uno de los más claros episodios de esta nueva forma de entender la política, pero no ha sido el único, en la política internacional, ni en la nacional. Digamos que las formas de entender la política han cambiado y comenzamos a notar los efectos.

El último ejemplo, el de las primarias aderezadas en el PP para elegir al nuevo Presidente del partido, tras la dimisión de Rajoy. Con el triunfo de Pablo Casado, todos los líderes con posibilidades de gobernar España son chicos, aunque eso sí, han rejuvenecido notablemente el panel político español.

Casado representa, a la perfección, todos los vicios privados y las públicas virtudes de la nueva política. Es joven, ciertamente, pero muy viejo ya en el aparato del PP, donde ha rellenado todo su currículum público y privado. Ha hecho carrera con Aguirre, Aznar y Rajoy. No se le conoce contrato de trabajo en la empresa privada, ni en el sector público. Toda su carreta tiene que ver con el aparato del partido. Si algo hizo en el sector privado es, como mucho, representar a su padrino Aznar en sus labores de comisionista de Abengoa ante el régimen libio del dictador Gadafi.

Ha comenzado su andadura, tras ganar el Congreso, desgranado unas cuantas ideas que no no sé si darán votos, pero que levantan pasiones en el interno del partido. Una de ellas, la defensa de la unidad nacional, conectando, para ello, con la España de los balcones y las banderas.

La idea es simple, pero eficaz, aunque prefiero la España de la ropa tendida, aireada, bien lavada, que la de la corrupción envuelta en banderías, sean pujolistas, o de los nacionales. Pero no, mejor ilegalizar a los partidos independentistas y punto. Simplista, probablemente inconstitucional, pero no importa, si levanta aplausos.

Otra de sus grandes ideas consiste en defender la vida sin complejos. Combatir la ley del aborto, e impedir la ley de la eutanasia. Es decir, la defensa de la vida de los no nacidos y de los que se enfrentan al momento de la muerte afligidos por una enfermedad irreparable. Lo que queda en mitad de estos dos momentos, lo que constituye el núcleo duro de la vida en sí, ya importa menos y hay pocas, casi nulas, referencias a la igualdad educativa, al trabajo decente, a la sanidad universal y pública, a servicios sociales dinámicos y eficaces, a las pensiones de nuestros mayores, o la atención a la dependencia.

Uno de los valores más aireados por la derecha conservadora es el de la libertad. Pero, de nuevo, ésta parece consistir en la libre elección de colegio privado y pagado con fondos públicos, para sus hijos. De nuevo, el olvido de quienes carecen de los recursos necesarios para elegir, o de quienes, siendo de derechas o izquierdas, eligen un centro público.

Porque son los centros públicos los que han padecido el brutal recorte de medios humanos y materiales durante la crisis, aún siendo los garantes de la igualdad de oportunidades. En las pasadas pruebas de EVAU, para acceder a la universidad, estos centros públicos han barrido, obteniendo los mejores resultados.

Si a esta limitada, pacata y restringida defensa de la vida y de la libertad, le añadimos la firme crítica a la “ideología de género”, en un intento de desprestigiar el feminismo, podemos hacernos una idea de la dimensión del retroceso del centrismo en el PP y su decantación hacia el tradicionalismo más conservador, más propio de los años cincuenta del siglo pasado que de una derecha que mire hacia un futuro que permita construir sociedades para mujeres y hombres libres e iguales.

Escuché a Casado las mismas ideas hace ya diez años, cuando intervenía como responsable madrileño de las Nuevas Generaciones en un Congreso Regional del PP. Zapatero les había arrebatado el poder hacía cuatro años y sus cantos guerreros de juventud sonaban aún más impetuosos. Era los años en los que cursaba el grado de Administración y Dirección de Empresas y el mismo máster de Cifuentes en la Universidad Rey Juan Carlos.

Aunque con mayor acumulación de títulos, parece que ha evolucionado poco en sus ideas desde entonces. Espero que sus declaraciones de hoy tengan tan sólo un componente de escenificación de cara a la galería interna, porque es bien sabido que todo lo que no evoluciona degenera y la degeneración en política puede tener efectos desastrosos sobre los países que se ven sometidos a ella. Pronto lo podremos comprobar.

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