XV DÍA DEL PENSIONISTAS DE CCOO: REPUBLICANOS SIN REPUBLICA.

Los pensionistas de CCOO de Madrid, celebran su XV Día del Pensionista y, como es lógico, eligen el 14 de abril, como fecha significativa este año, al conmemorarse el 80 Aniversario de la República.

Cuando pienso en mis padres consumidos por un trabajo sin derechos y una vida indigna. Cuando pienso en mis abuelos, víctimas de la derrota de la República a manos del fascismo, pagando con vida, cárcel, exilio interior, el resto de sus años.

Cuando pienso en esta España que condena a sus hijos a la emigración, al exilio, a la guerra, a la confrontación civil, a la secular pobreza, a la vida precaria, al paro, al trabajo indecente. Siempre acude a mi cabeza el doloroso poema de Jaime Gil de Biedma, Apología y petición

¿Y qué decir de nuestra madre España,
este país de todos los demonios
en donde el mal gobierno, la pobreza
no son, sin más, pobreza y mal gobierno,
sino un estado místico del hombre,
la absolución final de nuestra historia?
De todas las historias de la Historia
la más triste sin duda es la de España
porque termina mal. Como si el hombre,
harto ya de luchar con sus demonios,
decidiese encargarles el gobierno
y la administración de su pobreza.
Nuestra famosa inmemorial pobreza
cuyo origen se pierde en las historias
que dicen que no es culpa del gobierno,
sino terrible maldición de España,
triste precio pagado a los demonios
con hambre y con trabajo de sus hombres.
A menudo he pensado en esos hombres,
a menudo he pensado en la pobreza
de este país de todos los demonios.
Y a menudo he pensado en otra historia
distinta y menos simple, en otra España
en donde sí que importa un mal gobierno.
Quiero creer que nuestro mal gobierno
es un vulgar negocio de los hombres
y no una metafísica, que España
puede y debe salir de la pobreza,
que es tiempo aún para cambiar su historia
antes que se la lleven los demonios.
Quiero creer que no hay tales demonios.
Son hombres los que pagan al gobierno,
los empresarios de la falsa historia.
Son ellos quienes han vendido al hombre,
los que le han vertido a la pobreza
y secuestrado la salud de España.
Pido que España expulse a esos demonios.
Que la pobreza suba hasta el gobierno.
Que sea el hombre el dueño de su historia.

No hubo generación en España que realizase un esfuerzo, un intento tan decidido, para dar solución a los problemas ancestrales de nuestra madre España. Para superar un conflicto religioso que impidió siempre la separación real y efectiva de la Iglesia y el Estado. El conflicto centro-periferia, que certifica una España profunda, anclada en el pasado, en confrontación con una España moderna, industrial, comercial geográficamente periférica. La cuestión colonial que obliga a España a replantearse su futuro como nación media, que confronta con los sueños imperiales sostenidos en aventuras como la Guerra de Marruecos. La cuestión agraria, la posesión de la tierra y la riqueza, acaparadas por unos pocos; cuestión que aún pervive en modelos de desarrollo como la especulación del suelo y el pelotazo inmobiliario. A todo ello se sumaron las tensiones militares que dividían al ejército entre africanistas y militares de carrera burocrática. Un ejército acostumbrado a la intervención política mediante pronunciamientos militares, como el propio Alzamiento, que derivó en guerra civil, buscada y calculada por Franco, para consolidarse en el poder, laminando cualquier foco de resistencia durante décadas.

Se segaron así las intenciones de reformar España, modernizarla, integrarla en las corrientes europeas y solucionar sus problemas ancestrales.

Muchos de esos problemas siguen vivos tras otras formulaciones. Una Iglesia fundamentalista que combate las políticas del Estado que se oponen a sus principios ideológicos, impidiendo la separación real Iglesia-Estado. La tensión con los nacionalismos, no bien aceptados, ni resueltos. La cuestión social de una España muy atrasada en el acceso a la protección social y los derechos de ciudadanía. La cuestión agraria, transformada en injusticia fiscal, usura bancaria y especulación inmobiliaria. Tan sólo la cuestión militar parece pacificada y serenada.

Los problemas de un empleo temporal y precario. Los problemas del modelo de desarrollo futuro del país. Los problemas sociales de protección de las personas. La igualdad educativa. La universalidad y gratuidad sanitaria. La atención a la dependencia. La protección a las personas desempleadas. La dignidad de las pensiones. Son la expresión de los males de España que los trabajadores seguimos empeñados en combatir.

Soy de los que piensa, como Francisco Largo Caballero, al final de su vida, tras su paso por los campos de concentración nazis, que hace años, si me hubieran preguntado que quería, “mi respuesta seria esta: ¡República! , ¡República!, ¡República!. Si hoy me hicieran la misma pregunta contestaría: ¡Libertad!, ¡Libertad!, ¡Libertad!, ¡Libertad!. Luego que le ponga cada cual el nombre que quiera”.

En una España golpeada por la crisis y ahogada por el injusto reparto de la riqueza, me parece esencial reivindicar los valores de aquella generación de republicanos españoles: la honradez personal la honestidad y coherencia en las políticas, la voluntad de cambiar las cosas, mejorar la vida, solucionar los problemas de las gentes. Construir una España en libertad y democracia, asentada en derechos laborales y sociales respetados, que nos hacen iguales.

Republicanos que pervivieron en personas como Marcelino Camacho o Josefina Samper que lucharon toda la vida por estos valores, huyendo del sectarismo y procurando siempre sumar voluntades y unidad a la digna causa de los trabajadores. Ellos junto a cientos de miles más, fueron los republicanos sin República que abrieron las puertas a lo que hoy somos, sin renunciar a lo que seremos.

Francisco Javier López Martín

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