Se llamaba Magdalena

Se llamaba Magdalena pero todos la conocíamos por Maleni. Magdalena Macías, ese era su nombre, Secretaría General de la Comarca Norte de CCOO de Madrid, carrillista. Luego tuvo otros cargos, responsabilidades y tareas en la organización, pero siempre siguió siendo para nosotros Secretaría General en unos tiempos en que las mujeres escaseaban en estos cargos.

Eran, además, aquellos años duros en los que el Partido, el partido por antonomasia de aquellos tiempos, el Comunista se entiende, se fracturaba en dos. Y las fracturas comunistas siempre han traído divisiones en las CCOO, ya se tratara de prosoviéticos, trotskistas, maoístas, carrillistas, críticos, oficialistas, o cualquier otra de las infinitas fracturas en marcha.

Uno de aquellos grupos seguía la senda de Gerardo Iglesias, que había sucedido a Carrillo tras el obligado relevó decretado por las urnas en octubre de 1982, cuando los comunistas (yo lo era muy recientemente) obtuvimos unos exiguos cuatro diputados. Los gerardistas, por llamarles de alguna manera, se quedaron con las banderas, las siglas y la marca del PCE.

El otro grupo seguía la ruta trazada por Santiago Carrillo. Intentaron quedarse con la marca, pero terminaron creando un nuevo partido, el Partido de los Trabajadores, el PT, aunque todos dimos en llamarlos carrillistas. Nunca alcanzaron el 1´5% de los votos, aunque consiguieron un puñado de concejales en la elecciones municipales.

Con el tiempo vieron cómo el proyecto se diluía y Carrillo levantó los puentes necesarios para que sus gentes transitaran hacia el PSOE, donde siempre constituyeron un grupo singular del que formaban parte Adolfo Piñedo, Enedina Alvarez, Julián Ariza, Hector Maravall, o la propia Maleni, junto a su inseparable compañero de vida y militancia política y sindical, Daniel Laguna.

Maleni quedó, así pues, en aquel bando. Era carrillista y ejerció de carrillista. Sus esfuerzos hicieron posible que su comarca quedara decantada en esas posiciones políticas. Eran tiempos en los que los factores ideológicos pesaban mucho en las CCOO y en otros espacios de activismo social. Los intereses personales, aunque parezca increíble, se sacrificaban con frecuencia para conseguir un bien mayor para el grupo en que estabas integrado.

No es que no defendieran con firmeza sus responsabilidades y sus cargos, pero no se trataba del cargo por el cargo, no al servicio exclusivo del interés particular. El cargo podía ser puesto en juego en cualquier batalla. Eran otros tiempos, en los que se debatía sobre ideas, se alentaba la militancia, se teorizaba la conciencia de clase y hasta se daba por buena la lucha de clases.

Todo ello no quiere decir que, junto a la movilización, no fueran capaces de negociar y acordar con empresarios, o gobiernos, en función de los avances conseguidos. Aquello requería muchas horas de dedicación exclusiva. A veces las vidas personales naufragaban en las turbulentas aguas de una militancia que todo lo llenaba.

Gentes que van desapareciendo para dejar paso a nuevas generaciones, marcadas por otras concepciones de la vida, tal vez más pragmáticas, mejores o peores al mismo tiempo, que los sociólogos, los psicólogos, los politólogos y hasta los filósofos se encargarán de describir y analizar concienzudamente así que pasen pocos años.

Sin embargo, aunque Maleni fuera Secretaria General de la Comarca del Norte, aunque luego formara parte de la Ejecutiva que me tocó organizar en Madrid, en los duros momentos del fidalguismo, la recuerdo, por encima de todo, congelada en el tiempo durante aquel juicio en el que fue conducida ante los tribunales en los juzgados de Alcobendas.

Al parecer, durante una carga policial, la acusada Magdalena Macías había causado daños a cinco policías, creo recordar que a cuatro hombres y una mujer. Daños que los médicos habían certificado y que podrían haber merecido una dura condena. El problema fue que cuando el juez vio pasar a los cinco armarios de cuatro cuerpos y contrastó sus dimensiones con la menuda y madura mujer que se sentaba en el banquillo, no pudo por menos que recriminar a los policías que denunciaran a aquella pobre mujer y procedió a desestimar el caso, archivarlo, darlo por concluido, declarar a Maleni libre de cargos.

Aquellos policías eran defendidos por el Sindicato Unificado de Policía (SUP), mayoritario en el cuerpo y con el que tradicionalmente hemos mantenido unas excelentes relaciones. Pero lo cortés no quita lo valiente y en aquel momento nos vimos ante los tribunales, porque medirse en un juicio no tiene que ver con la amistad, o la enemistad, sino con una discrepancia que no tiene otra solución que buscar el dictamen externo. El sindicato policial defendía a sus afiliados y nosotros a Maleni.

Maleni se nos ha ido en pleno verano y sólo nos queda abrazar a Daniel y a su familia. Sólo nos queda mantener viva la memoria de esa mujer, menuda y pequeña, pero también poderosa, fuerte y valiente, que se hacía querer. De aquellas que crecieron velando la memoria de Pasionaria, o de las Trece Rosas. De las que construyeron las CCOO codo a codo con los hombres, sin dejar de ser ellas, sin perder sus maneras, sus formas, su personalidad irrepetible.

Descanse en Paz y en nuestros corazones.

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