Tras cuarenta años de dictadura y una larga historia de golpismo militar, pocos hubieran creído posible que España sería capaz de abordar treinta años de convivencia democrática.
Sin embargo estos treinta años han dejado algunos problemas sin resolver y han traído otros nuevos.
Entre esos problemas nuevos se encuentran los de una ley electoral que ha fomentado el bipartidismo y ha dificultado la aparición de otras fuerzas política que respondan a la pluralidad democrática. El bipartidismo, con apoyos puntuales de algunas fuerzas nacionalistas, ha producido un comportamiento endogámico de la política, similar al que operaba entre liberales y conservadores durante el Régimen de Restauración borbónica y sus turnos de poder.
Una endogamia que ha producido vicios y prácticas que persiguen el enriquecimiento en el ejercicio de la política, similar al que operaba entre liberales y conservadores durante el Régimen de Restauración borbónica y sus turnos de poder, recurriendo en demasiadas ocasiones a prácticas de corrupción para conseguirlo.
Unos vicios y unas prácticas corruptas que han producido una gran desafección de amplios sectores sociales con respecto a la política. El debate político ha sido sustituido por el populismo, cuando no por el desprecio hacia los otros, los que no son como nosotros, los que no comparten nuestra ideología. Populismo y xenofobia son dos fenómenos que sufren con fuerza también otros países de nuestro entorno.
Carecemos además en nuestro país de una sociedad vertebrada y organizada, en parte porque la participación de la sociedad en la cosa pública se ha ido institucionalizando y encorsetando. Muchas organizaciones sociales son percibidas más como instituciones que como representantes de la sociedad, lo cual viene a agudizarse a causa de las cada vez mayores fracturas sociales, que impiden compartir objetivos.
Los sindicatos en las empresas, los vecinos en los barrios, los consumidores en los problemas de consumo, los ecologistas en el monte. Un parcelamiento que incluye a una parte y excluye a los demás. La crisis ha agudizado estas contradicciones y el conflicto social larvado, pero cada vez más explícito.
Sin embargo, la crisis y el conflicto social y laboral, deben constituir una oportunidad para mejorar nuestra situación democrática. Empezando por la revisión de la Ley Electoral que introduzca mayor proporcionalidad y que penalice la vulneración del contrato electoral y combata la corrupción política.
También la sociedad organizada tiene que recorrer ese camino. También los sindicatos tenemos con contribuir a la regeneración democrática., profundizando en la independencia y autonomía con respecto a poderes públicos, empresariales y políticos. Mejorando cada día más el uso de nuestros recursos, dotándolos de transparencia ante los trabajadores, la opinión pública y la sociedad. Esforzándonos con todos los medios a nuestro alcance por extender la organización de los trabajadores y trabajadoras a todas aquellas empresas en las que los trabajadores carecen de protección sindical.
Combatiendo, junto a la sociedad, para mejorar las condiciones de vida y trabajo, y para alcanzar cotas más altas de democracia en nuestro país y en nuestra Región.
Francisco Javier López Martín