Las estamos pasando canutas. España, con Madrid a la cabeza, puso demasiados huevos en la cesta de la especulación del suelo, la vivienda y las finanzas. Todos sabemos que los bancos son hoy inmobiliarias que venden pisos caros. Dicen que valen el 40 por ciento menos, pero sobre el valor hinchado de tasación de hace años. De no hacerlo así, tendrían que declarar menos activos, menos beneficios y hasta pérdidas. No pueden permitirselo.
Somos un país en riesgo, de riesgo. Una economía de cartón piedra amenazada por los especuladores de dentro y de fuera. Los mercados y sus mercaderes.
Ante cada renovación de la deuda de nuestro país, los mercaderes nacionales e internacionales, intentan sacar toda la tajada posible, cobrándola al interés más caro posible. De ello se encargan las agencias de calificación que rebajan la credibilidad de la deuda de cada país, con el único objetivo de encarecer los intereses sobre el dinero prestado por bancos, e inversiones a estados como Grecia, Irlanda, Portugal, Italia, o España.
Amparados en estas trampas financieras, se ponen en marcha los rescates como el cometido contra Irlanda, el que ahora amenaza a Portugal y el que se vendrá luego encima de España.
Europa no reacciona más que tímidamente y en el último momento, cuando no a toro pasado. Como mucho consigue así salvar momentáneamente algunos malos tragos. Poco más.
Europa exige austeridad, ajustes, recortes, Reformas Estructurales. Los Gobiernos, amedrentados, asustados, timoratos, ponen en marcha las Reformas. Las más fáciles y cómodas. Las menos comprometidas. Sólo para salir del paso. Pan para hoy y hambre para mañana.
Necesitamos reformas. Necesitamos Reformas Estructurales, ciertamente. Pero necesitamos Reformas que cambien el panorama económico de este país. Por ejemplo, necesitamos una Reforma en profundidad del sistema financiero que no suelta créditos a la empresa, ni a las familias. No cumple su papel económico en la sociedad. No es el cauce que canaliza el ahorro hacia la inversión.
Necesitamos una Reforma Fiscal, porque tenemos un sistema fiscal que acogota a los trabajadores y perdona a los empresarios y a las altas rentas. Aquí no paga nadie, menos los que tenemos una nómina. O dicho de otra manera, pagamos mucho más que los empresarios y los ricos. Necesitamos más equidad, y justicia en el reparto de las cargas.
Necesitamos una Reforma de la Política Energética para tener más autonomía, suficiencia y sostenibilidad en nuestros recursos energéticos. Somos muy dependientes y eso es un problema evidente para el futuro de nuestro país.
Necesitamos una Reforma Social que asegure que las personas y las familias no carezcan de las rentas necesarias para mantener su supervivencia económica y su autonomía como unidad de convivencia. En una sociedad golpeada por el paro, ayudar a las personas desempleadas debería ser una prioridad política, para evitar el empobrecimiento y la exclusión social. Algo que casa mal con recortes como el de los 426 euros para las personas paradas sin prestación alguna.
Facilitar y abaratar el despido no parece una Reforma absolutamente necesaria, sino todo lo contrario, puesto que además no crea empleo. Sin embargo es una de las primeras que se acomete, aún a costa de romper el diálogo social y provocar un conflicto generalizado y una Huelga General.
Lo mismo ocurre con la Reforma de la Negociación Colectiva donde el empeño no es vertebrar más y mejor el mundo del trabajo y la empresa, sino debilitar el papel protector del Convenio Colectivo.
Aún peor es meterle mano a los pensionistas, congelar y recortar sus pensiones, ampliando la edad de jubilación a 67 años, cuando la Seguridad Social es lo único que resiste bien la crisis y sus riesgos hipotéticos se producirían dentro de 15 o 20 años. Un despropósito que tiene que ver con recortar gastos generales en lugar de asegurar un futuro con más pensionistas, que vivirán más tiempo y que deberían tener pensiones más dignas.
Las Reformas que se acometen son, por tanto, aquellas que permiten recomponer beneficios del empresario sobre las espaldas de los asalariados y ahorrar recursos públicos recortando los gastos generados por los más débiles, parados o pensionistas.
El despropósito es evidente, pero éste es país de despropósitos, que no aprende de los errores y que combate los efectos del pelotazo especulativo, preparando un nuevo pelotazo, que se carga sobre las rentas de los trabajadores y los sectores sociales más débiles.
Venimos de una Huelga General y vamos a un intento de combatir los efectos de la crisis desde compromisos globales. El conflicto sigue abierto, pero ello no debe impedir que sigamos exigiendo negociación, acuerdo y compromisos compartidos para acometer las reformas que este país necesita.
Francisco Javier López Martín
A lxs trabajadorxs nos tenéis desconcertados. Tremendamente desconcertados y preocupantemente alejados de vosotros. Falta algo más que pedagogía en esta nueva ronda de negociaciones, falta transparencia. Por los discursos que mantenéis no parece que este periodo de negociación sea fruto de la Huelga General. ¿A qué se debe?
Querido Grándola, supongo que tú eres los trabajadores y estás desconcertado. Lo siento de veras. Yo también estoy desconcertado, cada día. Imagino que como muchos trabajadores y trabajadoras ante una crisis de caballo que no acaba y en la que queremos salvar todo lo posible del Estado del Bienestar, igual que otros quieren destrozar todo lo posible para recomponer beneficios especulativos. Pero el desconcierto no me conduce a decir que tú seas el desconcertador general. Tampoco me siento especialmente alejado de tí. Así las cosas podemos seguir sembrando un desconcertante y preocupante alejamiento, o podemos intentar unir lo diverso y complicado de cada planteamiento y procurar que nadie se quede en el camino. Salud.
Nadie en el camino.