Presente del 23-F

Pienso en esa noche del 23-F del año 1981, en la que este país nos jugamos la libertad y la democracia, pegados a la radio en nuestras casas, pegados a la radio en algunas plazas de los pueblos. La primera lección que saco es que nada es eterno. Nada está asegurado para siempre. Hay momentos en que halcones negros se lanzan sobre nuestra forma de vida, dispuestos a convertir en carroña y rapiña nuestra existencia.

La mejor defensa con la que contamos es la consolidación de los derechos políticos, laborales, sociales. Porque son esos derechos y no otra cosa, los que permiten afirmar que vivimos en libertad, en democracia, o en un Estado. Libertad sin derechos es solo barbarie. Recordando aquel 23-F, tengo que pensar inevitablemente en el Norte de África. En Túnez, Egipto, Yemen, Argelia, Jordania, Marruecos, Libia.

Libia, bombardeada por su propia aviación, para salvar a un dictador miserable, que tampoco será eterno. Estamos con ellos, por solidaridad, sí, pero también por egoísmo. No tenemos más que dos caminos. O ellos andan un largo y duro camino hacia nosotros, o seremos nosotros los que retrocedamos hacia la dictadura económica y la pérdida de derechos políticos, económicos y laborales. Queremos lo mejor para ellos, queremos lo mejor para nosotros.

Defender la libertad y la democracia significa defender y extender los derechos políticos, laborales, sociales. La base de nuestros derechos como ciudadanos y ciudadanas tiene su origen en el empleo, porque ha sido el empleo y la lucha de los trabajadores y trabajadoras los que han traído estos derechos.

Nuestras rentas, nuestros salarios, dependen del empleo, de su buena o mala calidad. Del empleo depende que terminemos cobrando prestación por desempleo, si nos quedamos parados, un subsidio, o una ayuda como la de 400 euros.

Si tienes empleo cobrarás pensión y, si el empleo es estable, tu pensión será digna y decente. La pensión no es resultado sólo de una edad, sino de un número de años cotizados.

La mayoría de los derechos sociales provienen de derechos laborales, o de luchas sindicales. Baste recordar que hasta tiempos recientes, las pensiones no contributivas, las residencias del INSERSO, los viajes de los mayores, la asistencia sanitaria, en centros de salud, hospitales, o medicamentos eran pagados a cargo de las cotizaciones de los trabajadores a la Seguridad Social.

Baste recordar que si hoy hay una Ley de Atención a las situaciones de Dependencia, se debe a la reivindicación sindical que condujo a un Acuerdo con el Gobierno y facilitó un amplio consenso político en el parlamento en 2006.

No saldremos de esta crisis, con bases sólidas, si no afrontamos y resolvemos el verdadero problema de este país, que pone en riesgo nuestro futuro como país democrático y libre: el problema del Empleo. Y ese problema no tiene solución si no cambia el modelo económico del país. Un modelo ultradependiente del ladrillo y del consumo y endeudamiento de las familias.

No tiene solución, si no corregimos la precariedad y temporalidad del empleo. El despido fácil y barato. El mantenimiento de beneficios empresariales a costa de despedir trabajadores temporales, con bajas indemnizaciones. No tiene solución si no somos capaces de asegurar y consolidar nuestras prestaciones por desempleo y nuestras pensiones.

No es posible, si no defendemos los derechos sociales, como la sanidad, la educación, o la atención a la dependencia. La calidad de los servicios públicos de la que depende la calidad de nuestras vidas.

Para acometer estos retos, necesitamos recursos, que sólo pueden provenir de una Reforma Fiscal que corrija el ataque contra las rentas de los trabajadores. Necesitamos una Reforma del sistema financiero que no consista sólo en acabar con la banca pública, las Cajas de Ahorros, sino que garantice que los recursos fluyen a familias y empresas. Una Reforma de la Financiación Municipal, para asegurar las competencias y recursos suficientes para atenderlas.

Parece mentira, que del 23-F, pasando por el Norte de África, haya terminado desembocando en la lucha por el empleo. Pero es que todo es lo mismo. Solo hay democracia si hay derechos. No hay libertad sin derechos. Derechos políticos, laborales, sociales.

Solo tendremos democracias sólidas, si consolidamos derechos y, el primero de ellos, el empleo. Es nuestro problema y hoy el paro es nuestro 23-F, que amenaza cada noche nuestro futuro. Un futuro que se ventilará en las calles, en las plazas, en los centros de trabajo.

Javier López

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