Las cifras del paro van bajando poquito a poco. Los economistas nos anuncian que estamos superando definitivamente el momento de la crisis que dio comienzo en 2008, larga, desconocida, profunda. No me atrevería yo a decir tanto.
Creo que, efectivamente, no hay recesión de momento, ni decrecimiento económico, pero la crisis se ha convertido en paisaje permanente, con sus consecuencias de aumento de las desigualdades, precariedad de trabajos y vidas, inseguridad y miedo, sociedades a merced de acontecimientos reales o inventados, ya sean guerras comerciales entre grandes potencias, o virus con corona o sin ella. El miedo protagoniza nuestras vidas.
El paro se ha reducido notablemente. En 2013 más de 6 millones de personas desempleadas, hoy casi la mitad, algo más de 3 millones. Sigue siendo un paro que forma parte del sistema económico español, con unas tasas de las más altas de Europa, pero se ha reducido.
Sin embargo nadie echa las campanas al vuelo. Cualquier gobierno del planeta es consciente de la situación inestable que nos toca vivir. También el español lo sabe. El paro entre nuestra juventud es brutal y ello pese a la fuga hacia otros países en busca de alguna oportunidad de vida y trabajo que aquí sería impensable.
Se habla, con razón del desempleo femenino. Menos actividad laboral, menos ocupación, más paro y más precariedad en forma de contratos temporales, a tiempo parcial y discriminación salarial. Es una realidad que ni los más sectarios ultraderechistas pueden ocultar, pese a que lo intenten todos los días y a todas las horas.
Sin embargo hay otros colectivos a los que se presta mucha menos atención, me refiero, por ejemplo, a los mayores de 45 años. Sólo algunos sindicalistas se animan a hablar del problema de estos trabajadores y trabajadoras.. Es el caso de Toni Ferrer en un artículo que he leído recientemente. El silencio podría parecer justificado si tenemos en cuenta que entre el total de personas paradas menos del 12% tienen más de 45 años.
El dato tiene su truco. Basta echar un ojo a los números para alarmarse. Por ejemplo, esas personas que llevan más de un año en el paro y que suman casi 1.400.000 personas. Estamos hablando de un porcentaje de más del 43% del total. Y resulta que más del 56% de esas personas son mayores de 45 años. Por decirlo de otra manera, quien se queda parado por encima de los 45 años lo tiene más crudo y más difícil para volver a encontrar empleo.
Pese a ello, la protección de las personas desempleadas ha retrocedido sistemáticamente a golpe de recortes justificados en la crisis. Si al comenzar la crisis 3 de cada 4 personas paradas tenía protección, ahora son sólo 3 de cada 5. No es extraño que el riesgo de pobreza crezca en las familias que viven de un salario.
De nada ha servido que los sindicatos CCOO y UGT hayan intentado poner en marcha un último colchón de protección económica frente a la falta de rentas, creando un ingreso mínimo garantizado en todo el Estado. Recogieron más de 700.000 firmas para que se aprobase por ley, pero los avatares parlamentarios han destrozado esa Iniciativa Legislativa de los sindicatos. Mientras esto ocurre el número de millonarios se ha multiplicado por 5 en nuestro país durante la crisis. Un millón de millonarios, más de 12 millones de pobres. Así están las cosas.
Ya el anterior gobierno socialista avanzó algunos cambios moderadamente positivos en la protección por desempleo, dando marcha atrás a algunos recortes de la derecha. Tenemos nuevo gobierno, uno que se reclama del progreso. Es el momento de conseguir un compromiso político, económico y social por el empleo y por la protección a las personas desempleadas.
No basta contar parados. Los servicios públicos de empleo tienen que plantearse un papel más activo en la orientación, formación continua, recualificación, búsqueda de empleo y protección efectiva para las personas desempleadas. El caso de los mayores de 45 aparece menos en los medios de comunicación, pero es dramático. Las tasas de empleo de los trabajadores y trabajadoras de más edad en España no resisten la comparación con el resto de países de la Unión Europea de los 28 (ahora 27 tras el Brexit). Estamos muy por debajo de los países más avanzados y más de seis puntos porcentuales por debajo de la media.
Queda mucho por hacer, muchos recursos que poner en marcha, mucha negoción que llevar a buen puerto, muchas realidades insufribles que cambiar en las políticas de formación y empleo. El tiempo es siempre escaso. Gobierno y oposición, empresarios y sindicatos tienen por delante una tarea inmensa e intensa por delante. Esperemos que otros asuntos no nos impidan ver la dimensión de los problemas reales, ni distraernos en el menudeo de gestos y ondear de banderas, que dan titulares pero solucionan muy poco.