Plataforma Villaverde, o la ciudad destruida

Mi anterior artículo hablaba del enmascaramiento y ocultación de la situación real de barrios ricos y barrios pobres para justificar mayores inversiones municipales en barrios pudientes con una disculpa parecida a aquella de que los ricos también lloran.

Según denuncia la Plataforma Nave Boetticher, los indicadores manipulados que utilizan algunos estudios encargados por el Ayuntamiento de Madrid, hacen que algunos barrios del Distrito de Salamanca puedan terminar siendo considerados más pobres que otros barrios del Sur, porque no tienen tantos parques y zonas verdes como éstos. Todo consiste en la mayor ponderación y valor que se da a unos datos que interesan más que otros.

Una de las rutas para llegar a Villaverde Alto, más concretamente al barrio de San Andrés, uno de los más necesitados del Distrito, pasa por la calle Eduardo Barreiros. Por esa ruta, se accede a la Ciudad de los Ángeles, a los restos del antiguo cuartel de Ingenieros sobre el que hoy se ha montado el pelotazo de una operación urbanística de cerca de 2000 de viviendas y a la fábrica Barreiros que terminó siendo troceada por Peugeot y Renault.

Al final de la calle te sigues topando con el antiguo Colegio San Roque (hoy Cristobal Colón), con la estación de cercanías de Puente Alcocer y con la antigua UVA de Villaverde. Cuando atraviesas la M-40, la fábrica Barreiros delimitaba un amplio espacio vagamente romboidal.

Los promotores urbanísticos, que son los que ahora diseñan las ciudades, muy por encima y muy por delante de los políticos, han decidido que esa zona se convierta en Plataforma Logística de la M-40. Hace un par de años os hablé en un artículo de este proyecto. Ahora se trata ya de un artefacto de hierros y hormigón a medio construir.

En el Norte, allá por Tetuán y Plaza Castilla, esos mismos constructores, banqueros, inmobiliarios, han decidido que haya pisos de lujo, maravillosas oficinas y servicios de diseño, en torno a la Operación Chamartín, reconvertida en Madrid Nuevo Norte y la operación Paseo de la Dirección. Llevan años con su publicidad y propaganda para comprar voluntades, hasta que el pelotazo se ejecute en algún momento propicio para los mercaderes mundiales.

En el Sur no, en el Sur quieren almacenes de distribución de productos para todo Madrid. Eso que llaman last mile, la última milla, el lugar donde almacenar los productos antes de distribuirlos a las tiendas. Es algo que hay que hacer en todas las ciudades, pero el problema es su distribución en el espacio.

Los líderes vecinales de Villaverde y de Usera ven con preocupación que las decenas de miles de metros cuadrados de naves junto a la M-40 se vayan a ver más que dobladas en la segunda fase prevista. Cerca de 100.000 metros cuadrados de naves.

Temen que estos distritos terminen convertidos en la Plataforma Logística de Madrid, con las nuevas plantas de almacenaje que ya se están desarrollando junto al viejo cementerio en la carretera de Villaverde a Carabanchel, o en el polígono de Villaverde.

El lujo, la diversión, los centros de negocios y esos nuevos Jardines del Retiro sobre hormigón quedan a disposición de gente con recursos para pagárselo, mientras el alcalde de turno va inaugurando repetitivamente primeras ideas, primeras maquetas, primeras piedras, primeros proyectos. Mientras tanto el Sur se va convirtiendo en colapso de productos, carreteras pobladas de camiones, aire contaminado, tráfico desbocado, ruido ensordecedor y empleos basura, de baja cualificación y mal pagados.

De nada ha servido que las entidades vecinales de Villaverde y de Usera se hayan quejado, se hayan manifestado, concentrado, hayan recogido firmas, entregado escritos. De nada ha servido que se hayan dirigido al Defensor del Pueblo. Sus argumentos son muchos y poderosos, pero de nada sirve.

La información pública es inexistente, la participación es denegada. Los vecinos denuncian que los acuerdos se adoptan con oscurantismo y las contrataciones sin las debidas garantías. La normativa medioambiental brilla por su ausencia y el impacto de degradación de los barrios del Sur será irreparable.

Echo de menos aquellos tiempos en los que cada ayuntamiento protagonizaba intensos debates para proyectar espacios urbanos cuidadosos con la vida. Aquí unas viviendas, allí un parque, un colegio, un centro de salud, un instituto, un centro de servicios sociales, una casa de la cultura.

Por aquí van los accesos y el transporte público bien dotado, allá un centro de empleo, o unas oficinas de la seguridad social, los comercios, los jardines. Las calles amplias y bien arboladas, los bancos, los de sentarse y los otros. Aquí una zona industrial y allá una oficina de correos y una escuela infantil.

Escuchando a la gente se diseñaban los Planes Generales de Ordenación Urbana y sus posteriores adaptaciones, correcciones y modificaciones. Pero eso es ya mucho pedir cuando los gobernantes se han convertido en comparsas de los grandes promotores, tal vez con la esperanza de acabar sentados en sus consejos de administración a cambio de los favores concedidos y los silencios forzados. A eso le llaman puertas giratorias, que haberlas haylas.

Lástima, porque un día pensamos que las cosas podrían ser de otra manera y hoy comprobamos que, en nombre de la realidad, el realismo y el es lo que hay, se desguazan ilusiones y se destruyen ciudades. Hoy se ciega el futuro.

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