Hay que ver con qué agilidad las nuevas tecnologías han puesto a nuestro alcance una nueva aplicación que nos permite conocer la evolución del COVID-19. Pinchas sobre un país y puedes saber de inmediato en qué momento se encuentra la evolución del virus. Pronto contaremos con aplicaciones que permitirán un diagnóstico aproximado sobre si formamos parte, o no, de los afectados. Lo llaman Inteligencia Artificial.
Somos gente moderna, tenemos móvil de última generación con el que pedimos una pizza, que un rider porteador nos trae pedaleando bajo la lluvia y un coche híbrido aparcado, que no podemos mover. Pero esta modernidad tiene sus agujeros negros y el coronavirus los ha colocado en nuestro camino.
Y no es que no lo hayamos visto venir. Las gripes aviares, porcinas, el SARS, el MERS, nos avisaban de mutaciones en los virus, tal vez determinados perfeccionados, multiplicados por los cambios en el clima y la profusión de los viajes aéreos (4.000 millones al año), hasta el polvo del Sahara coopera con ellos y les transporta hasta el otro lado del Atlántico. Tuvimos el invierno más primaveral de los últimos tiempos y estamos comenzando la primavera más invernal desde hace décadas, dicen los climatólogos.
Hace dos años, durante la gripe 2017-2018, el virus que vino de Yamagata (Japón) golpeó de tal forma que tan sólo en España enfermó a 800.000 personas, hospitalizó a más de 50.000 y mató a unas 15.000. La vacuna que administramos en España ese año no incorporaba esa cepa del virus y no fue eficaz en la mayoría de los casos. Debimos tomar nota, pero no.
Ya entonces, repasad la prensa por curiosidad, los profesionales de medicina y enfermería se quejaban de descontrol, derrota, colapso de las urgencias y saturación de los hospitales, plantillas muy mermadas por los recortes, falta de medios, insuficiencia de camas, riesgos para la seguridad de los profesionales. Hace dos años. Está aún en las hemerotecas.
El famoso COVID-19 no es más mortal que cepas anteriores. El problema es que es nuevo, no lo conocemos bien, ataca órganos vitales afectados, no tenemos antivirales preparados, ni vacunas descubiertas, ni tratamientos ensayados. Si no lo paramos y contagia masivamente, colapsa cualquier sistema sanitario conocido y quienes realmente lo necesitan por ser población de riesgo, morirán mucho más que si lo contenemos.
Algo así nos está pasando en todo el mundo, pero en unos sitios más que en otros. Basta visitar esas apps de expansión del coronavirus para comprobar que en unos lugares se expande con más facilidad que en otros. Habrá quien diga que la cultura mediterránea, bulliciosa y callejera, o el turismo masivo, tienen mucho que ver con el impacto del coronavirus y no diré yo que no. Pero hay factores exclusivamente sanitarios que explican algunas cosas.
Japón, o Corea del Norte, tienen más de 13 camas hospitalarias por cada 1.000 habitantes (su hermana del Sur, más de 11). Alemania, o Rusia tienen más de 8 camas y Francia casi 7. Sin embargo, Italia 3´4 y España 3. Si hay una avalancha de urgencias parece evidente quién colapsará antes. Dentro de España, Madrid tiene 2´7 camas hospitalarias por cada 1.000 habitantes, en una Región muy turística y densamente poblada. Una de las que menos tiene en España, después de Andalucía (mucho menos densa) y Valencia (muy de turismo madrileño).
Invertir en Sanidad tampoco es lo nuestro, al parecer. En el pelotón de cola de Europa. Dinamarca gasta en Sanidad más de 4.300 euros por habitante. Alemania más de 3.700, Francia dedica a Sanidad más de 3.200, mientras que Italia aporta algo más de 1.800 y España no llega a los 1.600. Pero, dentro de España, Navarra, Euskadi, o Asturias superan se encuentran por encima de la media, mientras que Madrid gasta un poquito más de 1.250 euros por habitante y año en sanidad.
Establezco comparativas en el marco europeo porque, aunque Estados Unidos gasta mucho dinero por habitante en sanidad ya vemos que no va a combatir mejor el coronavirus que nosotros, simplemente porque es un sistema privado, que atiende sólo a los que lo pueden pagar. Gastan mucho dinero, pero son caros y no llegan a toda la población. Un sistema sanitario que acaba de enfrentar un coronavirus retardado y previsible y ya acumula unos 350.000 afectados y cerca de 10.000 muertes
Uno se puede explicar, mirando estos datos, por qué Alemania acoge pacientes de otros países, o por qué los rusos (cubanos y chinos también) mandan médicos a países como Italia. Demasiados años en España y sobre todo en Madrid, debilitando la sanidad pública, perdiendo profesionales en atención primaria y especializada, cerrando camas hospitalarias, convirtiendo la sanidad en negocio para el sector privado de bancos, constructoras, restauradores y multinacionales sanitarias.
Ahora las ranas de Aguirre y Aguirre misma se sientan en el banquillo en los tribunales, por estos temas, pero es ya demasiado tarde para contener eficazmente y con los menores costes humanos y materiales, la crisis del COVID-19 que vivimos.
Sólo espero que nunca nadie vuelva a contarnos que lo privado es mejor y más barato, ni nos atufen con la cantinela,
-Más mercado y menos Estado.
Tenemos lo que tenemos encima, ahora lo importante es salir de ésta y cuando salgamos no podemos, no debemos, repetir la fiesta del pelotazo, el enriquecimiento corrupto y las privatizaciones de lo público.
Esto es lo que hay. Esto es lo que toca. Cuando se vuelva a repetir una crisis sanitaria como la que vivimos hoy (y nadie dude que se repetirá) la diferencia entre susto y muerte ya sabemos que estará en la fortaleza del sistema sanitario público y en la protección social con las que podamos combatir en ese momento.