Todo programa innovador que se precie debe de tener un componente de digitalización. Muchos de los recursos y los fondos que vienen desde Europa, especialmente tras la pandemia, tienen que ser dedicados a nuevas aplicaciones, nuevas tecnologías, aprendizaje digital.
Es verdad que los beneficios no son pocos en la formación si partimos de que los gastos son menores con respecto a la formación presencial y que, en muchos casos la matrícula puede ser masiva. No hay costes de traslado, ni abultados gastos en materiales didácticos, alojamiento, etc.
También es cierto que es una formación muy ágil, en el que quien se forma elige los tiempos de formación. Se trata de una enseñanza que se adopta a tus necesidades, a tus tiempos formativos, a tus ritmos. Puedes formarte en cualquier sitio y en cualquier momento que elijas, sin por ello encontrarte solo ante la formación. Puedes contar con tutores a los que puedes contactar a través de videoconferencias, correo electrónico, o la propia plataforma formativa.
Es una formación flexible, que permite conciliar la formación, con la vida laboral y personal. Cada persona puede elegir su itinerario formativo, sus contenidos, los puntos de colaboración con otras personas y hasta la titulación que quiere obtener como resultado del proceso.
Por último, conviene resaltar que el aprendizaje digital, por sí mismo, produce la adquisición de competencias digitales que permiten adquirir los contenidos, las habilidades tecnológicas, para participar en otros procesos formativos y la utilización de las nuevas tecnologías.
Sin embargo muchos vamos teniendo la sensación de que no todo es luz, claridad y beneficios en este cambio. En primer lugar porque utilizar las propias tecnologías digitales no siempre es fácil, ni accesible para todos en todos los lugares.
Tampoco los equipos, el hardware, ni el software tienen precios que permitan la actualización y la renovación que exige la velocidad de los cambios que se producen. Los programas de formación se enfrentan a falta de contenidos actualizados, la falta de actualización de los propios formadores y poca claridad y confianza en las certificaciones obtenidas de los múltiples agentes formadores.
El e-learning exige que no sólo los profesores, sino que el mismo alumnado cuente con un nivel aceptable de competencias tecnológicas. Además los alumnos deben partir de un control de la autonomía personal para el aprendizaje, organizar sus tiempos, autogestionar su formación.
Tenemos a nuestras administraciones y a buena parte de nuestras empresas, embarcadas en estos procesos de formación digital de sus trabajadoras y trabajadores. Las vemos obsesionadas en el desarrollo de nuevas plataformas de formación y gestión. La gran mayoría de sus actividades inversoras van dedicadas a introducir las nuevas tecnologías.
Sin embargo este camino no siempre produce situaciones satisfactorias. Las citas previas, la atención telefónica, las plataformas de atención, no siempre producen los resultados esperados, ni los más adecuados para asegurar el servicio a las personas.
Los retrasos, los fallos, los tediosos procesos hacia ninguna parte, hacia el vuelva usted mañana, vuelva a intentarlo más tarde, conducen a la decepción, la desesperación de muchas personas que intentan realizar una gestión y se ven inmersas en bucles poco presentables, inaceptables, como resultado apetecible de la digitalización.
Ninguna administración, ninguna empresa, va a aceptar su fracaso en la prestación de un servicio. Todo son parabienes en las tertulias, en los responsables políticos, en los jefes de márquetin. Nadie va a reconocer que los cuantiosos gastos para poner en marcha una plataforma de atención digital se traducen al final en un mal servicio para los clientes, pero esa es la realidad en muchos casos.
Cuando la formación digital y el uso de la inteligencia artificial se desarrollan buscando un mejor servicio a las personas y no un ahorro de personal y de costes de atención personalizada, los resultados suelen ser aceptables. En caso contrario los monstruos que producimos terminan por devorarnos y es algo que está sucediendo con demasiada frecuencia.