No era un señor de derechas, era un hombre de izquierdas, hecho a sí mismo en largas jornadas de trabajo infantil en el campo, lo más parecido a un niño yuntero de la Siberia Extremeña, más tarde en la emigración en Madrid, peón en la Barreiros de Villaverde Alto, la de los famosos Simca 1000 y los poderosos camiones que vendía hasta a Fidel Castro, luego Chrysler, Talbot, PSA, Citroen, Peugeot, Renault.
José se llamaba y se sigue llamando, este hombre bueno, más que buen hombre. Rojo y comunista de nacimiento, de Comisiones Obreras de adopción, que cada vez que veía salir por la tele a Felipe González, acompañado de Alfonso Guerra, no dudaba en espetar de inmediato,
-Ahí los tienes, el enreda y el apoyaor.
Es sólo una anécdota reflejo de aquella etapa en la que comunistas y socialistas revivían viejas rencillas históricas, pese a que han sabido casi siempre alcanzar alianzas de gobierno cuando unos necesitaban los votos de los otros. No siempre, pero casi siempre, en situaciones importantes, ya fueran comunidades autónomas, o ayuntamientos.
Pero las viejas rencillas nunca fueron olvidadas, han llegado hasta nuestra época, aunque no han impedido que volvamos a vivir tiempos de unidad de gobierno de la izquierda diversa y plural en muchos sitios, a veces forzados por las circunstancias, pero acuerdos de gobierno al fin.
Tiemblo cuando me imagino que esta crisis sanitaria y después económica, hubiera sido gestionada por las manos de la derecha agarrotada por la ultraderecha, si Ayuso hubiera gobernado para toda España y temo el reparto brutalmente desigual de los recursos disponibles al que hubiéramos asistido.
La unidad y los desencuentros son muy comunes. Eso es una cosa y otra muy distinta intentar salvarse de la quema con maniobras que parecen ocurrentes hoy y que resultan desastrosas mañana. Eso es lo que parece haber ocurrido con las cúpulas de Ciudadanos y del PSOE que, al calor de la necesidad de Arrimadas de consolidarse como lideresa de un partido tutelado aún por la larga sombra del tercero de Colón.
Un intento desesperado de frenar la sangría para convertir Ciudadanos en una fuerza de centro, capaz de pactar simultáneamente a derecha e izquierda, comenzando por un lugar aparentemente menor como Murcia, propiciando una alianza para cambiar el gobierno del PP. Nunca es tarde si la dicha es buena, pero es que la dicha no se ha aparecido.
Son muchos años de PP en Murcia y las costumbres han terminado convertidas en vicios que hay que corregir. Pero aprovechar que las vacunas pasan por aquí y que unos cuantos gobernantes se vacunan antes de tiempo y que existe una corrupción de décadas, para justificar una moción de censura parece un poco oportunista, la verdad.
Ahora tocaba aguantar el tirón, controlar los excesos, exigir limpieza y transparencia y, cuando hubiera pasado este desastre, echar cuentas, poner facturas sobre la mesa y, tal vez, presentar, entonces sí, una moción de censura. Además Arrimadas no había tomado en cuenta que se las veía con los beneficiarios del Tamayazo, expertos en torcer, comprar o, cuando menos, utilizar las ambiciones, odios, querencias, de los compañeros de viaje, o de los adversarios. Son muchos años de cajas B y de pagos en negro. Toda una cultura de las mamandurrias.
Sin embargo, todo apunta a que aquí va a haber, como casi siempre, algunos grandes perdedores y unos pocos beneficiarios de la operación. Arrimadas puede perder los restos de la menguada herencia que recibió de Rivera. Cataluña y ahora Murcia, son demasiado para la precaria estabilidad de los naranja. Lo veremos pronto.
Casado pierde sí, o sí. No vio venir una operación que el murciano Teodoro ha conseguido contener in extremis y se ha comido con patatas la convocatoria de Ayuso en Madrid con dos únicos escenarios posibles, o perder, o tener que gobernar con la ultraderecha. Fin del viaje al centro.
Los partidos a la izquierda del PSOE tampoco pueden estar de enhorabuena. En unas elecciones madrileñas el voto de la izquierda podría concentrarse en el PSOE, aunque sólo sea para propiciar el cambio y frenar a la ultraderecha, además de que el acuerdo de socialistas con los restos del centro derecha de Ciudadanos puede dar lugar a nuevos escenarios de alianzas en el centro izquierda. Si además van desunidos a unas elecciones a la madrileña, pueden poner en evidencia la incapacidad actual de los grupos a la izquierda del PSOE para ilusionar a su electorado (cuidado, ilusionar, llenar de esperanza, no es tensionar, o crispar).
Ganan, de momento, Aznar, Esperanza Aguirre, Miguel Ángel Rodríguez y su marioneta Ayuso, aunque en la jugada pueden perder Madrid y la victoria de hoy sería la derrota de mañana, sobre todo para Ayuso y de rebote Casado, porque los otros siempre tendrán caladeros nuevos donde ir a pescar, incombustibles como son.
El otro ganador es Sánchez que recogerá una parte de los restos centrados de Ciudadanos y que puede dar más tarde la batalla por Madrid, si gana pues muy bien y si no el lío lo tiene Casado con la coalición de ultraderecha gobernando la capital de España. Total, Madrid y Murcia pueden esperar un par de años.
Con todo, lo que peor cae entre la ciudadanía es esa permanente capacidad de la política nacional de pensar en el corto plazo, mirarse el ombligo y entregarse a operaciones oportunistas y banderas de conveniencia. Eso de,
-Con la que está cayendo y ellos enredando.
Pero, a fin de cuentas, no son tentaciones exclusivas de la política. Nuestros políticos son un reflejo de lo que somos como sociedad. En otros muchos ámbitos económicos y sociales se producen movimientos similares. A fin de cuentas el amor al poder no tiene límites. Para superar el mal momento que vivimos lo mejor que nos puede pasar es que los del Tamayazo pierdan Madrid y podamos volver a ser capital decente y ejemplar de España.