¿Hay alguien ahí?

Nos intentaron convencer de que estábamos entrando en una nueva normalidad, en un nuevo futuro, a causa y como consecuencia de la pandemia. Hoy la nueva normalidad es, simple y llanamente, la fiesta de siempre, porque como recuerdo que decía Manuel Vicent,

-Si salimos de la crisis, volveremos a repetir la misma feria.

Creo haberlo leído también en su espléndido libro Desfile de Ciervos, en otra formulación,

-Si salimos de ésta, repetiremos la fiesta.

Sus personajes ilustres políticos se mueven por los mismos escenarios que ya había creado otro valenciano como él, Rafael Chirbes, en obras proféticas como Crematorio, el relato de la corrupción, la especulación, el ladrillazo que han tenido en Madrid y en las costas valenciana y andaluza una etapa gloriosa y destructiva que intenta volver por sus fueros, como si nada hubiera pasado, como si nada fuera a pasar.

Sin embargo, es cierto que algunas cosas sí han cambiado. Uno de esos cambios ha consistido en intentar convencernos de que las máquinas van a ponerse a nuestro servicio y nos van a ayudar a solucionar nuestros problemas cotidianos.

De pronto nadie quiere hablar directamente contigo. Ni los suministradores de energía, ni la Seguridad Social, ni tu centro de salud, tu seguro del coche, o de la casa, tu oficina de empleo, la compañía telefónica, ni tan siquiera tu banco.

Pasó la pandemia y la vuelta de cierta normalidad nos ha dejado la herencia de unas largas listas de espera, un sinfín de citas previas y un intento desesperado de que las máquinas aprendan a tratar con nosotros y si no saben ya terminarán aprendiendo. Porque otro de los efectos de la pandemia es ese desarrollo desaforado de la capacidad de las máquinas para ofrecerte soluciones que ellas mismas inventan.

Cuesta mucho que las máquinas a las que te enfrentas cuando realizas cualquier llamada te concedan un poco de piedad, un contacto, una conexión, una oportunidad de tratar con un ser humano parecido a ti. Lo más probable es que terminen recomendándote que lo intentes de nuevo, un poco  más adelante, cuando las líneas dejen de estar ocupadas y los operadores se encuentren disponibles.

Luego están los trucos endémicos de las compañías entregadas a la Inteligencia Artificial, a falta de Inteligencia Natural, consistentes en ofrecerte múltiples canales de comunicación, de los cuales no funciona ninguno, porque todo depende de que conozcas una serie de claves y de números que debes encontrar en facturas que ya no recibes, porque pagas a través del banco y el recibo del banco no incluye esos datos.

Vaya, que suprimiste el papel y ahora no tienes forma de identificarte ante tus suministradores. Tú seguirás pagando sus errores y ellos seguirán cobrando hasta que, si eres demasiado pesado, persistente, irritante, se dignen ofrecerte una solución transitoria, un tente mientras cobro.

Es cierto que las redes sociales, utilizadas con tu inteligencia natural, pueden contribuir a que se bajen un poco de la burra y atiendan algunas de tus demandas, pero eso no es siempre cierto. Hay muchas formas de eludir las críticas y disimularlas.

Hay alguna ministra adicta a la publicidad y propaganda, que debe haber encomendado la gestión de sus redes sociales a equipos especializados en evitar que las críticas se vean demasiado y así no tener que dar cuenta nunca de los desastres de su departamento.

No dar cuenta nunca de los retrasos, averías y aglomeraciones en cercanías, los trenes cántabros que no pasan por los túneles, aquellos otros trenes extremeños que no son de alta velocidad, ni de velocidad alta, ni tan siquiera de media, o en ese gastarse dinero presupuestados en levantar muros frente a viviendas y solucionar problemas que no existen creando otros que no existían.

La indolencia de nuestros gobernantes, su amor al dinero y al poder, su desidia cuando se encuentran en la oposición, siembran la desconfianza, para que las personas decepcionadas terminen por creer que no hay solución, que no hay nadie ahí, dispuesto a dar la cara, escuchar y ofrecer soluciones a los problemas, en lugar de sembrar el camino de incertidumbres y nuevos problemas.

Son muchos los que piensan que luego vendrán a pedir el voto, armados con todas sus aplicaciones de Inteligencia Artificial. Y entonces habrá que aplicarles una buena dosis de Inteligencia Natural.

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