Todo pasa y todo queda. Retornan las estaciones ordenadamente. No pasan ellas, pasamos nosotros. Llega el turno del otoño, que se anuncia ya con días de nubes, lluvias y cambios de temperaturas. Vuelven los niños y niñas a los colegios. Algunos de ellos en obras, por la imprevisión, o el incumplimiento de los plazos de finalización. Muchos, demasiados, con insuficiencia de profesorado, porque los recortes siguen ahí, aunque la cercanía de las elecciones hará que se levante un poco la mano.
Prueba de esa cercanía, es que el socavón, del que hablaba en mi anterior artículo, merecedor del premio Superbache 2018, concedido por los vecinos de Tetuán, Valdeacederas, Cuatro Caminos, ha sido inmediatamente tapado, lo cual no impide que los baches perdedores del concurso sigan siendo protagonistas del paisaje urbano de esos barrios.
Elecciones, municipales y autonómicas, que van a redefinir el panorama político español y en el que los partidos de la vieja política recauchutada y la nueva política marchita, se juegan mucho. Me gustaría que esa confrontación se jugase no sólo en el campo de las declaraciones propagandísticas rimbombantes, las cabeceras electorales de diseño y las propuestas publicitarias más fashion, sino dejando tiempo y espacio para el debate sobre las ciudades en las que queremos vivir y las Comunidades que necesitamos construir.
En eso consiste, a fin de cuentas, hacer política. Definir qué queremos y explicar cómo lo vamos a conseguir. Al final toda política se resume, no en el debate sobre el estado de la Región, o de la ciudad en su caso, sino en el debate presupuestario. Qué van a hacer nuestros políticos y políticas con los dineros que dejamos en sus manos. Cuáles son sus prioridades inversoras y qué cosas dejarán aparcadas para mejor momento.
Pongamos un ejemplo. Aprovechar el verano para impulsar el desarrollo de operaciones en el Norte de Madrid, como el Paseo de la Dirección, o la Operación Chamartín (ahora rebautizada como Nuevo Norte, o Puerta Norte, o algo así), moviendo miles de millones de euros, indica por dónde van las prioridades presupuestarias.
No es extraño que el malestar cunda en distritos como el de Usera, o Arganzuela, que ven pocos avances en la calidad de los servicios públicos que el ayuntamiento les presta y temen el deterioro de la convivencia y la seguridad en los mismos. Claro que la oposición aprovechará el malestar y que el gobierno defenderá que son cosas de cuatro “remeros” manipulados, pero cuando el río suena, agua lleva.
Las campañas electorales son cada vez más largas. Lo importante parece ser quién será candidata o candidato, aquí o allá. Sin embargo, me gustaría que la temporada de otoño y primavera, no se perdiera en cruces de acusaciones, sino en confrontación democrática de propuestas y prioridades. Que nos cuenten y nos convenzan de que sus inversiones, en el caso de que lleguen al gobierno, serán mejores y más necesarias que las de los partidos vecinos.
Ya sé que es mucho pedir para el nivel de elaboración que demuestran buena parte de nuestros representantes políticos. Ya sé que la política es cada vez más apasionada y menos apasionante. Pero, de nuevo, por pedir que no quede.