La inmigración en campaña electoral

La inmigración se ha convertido en eso que se llama leitmotiv. La palabra es un germanismo que nos habla de ideas, temas, melodías, que se van repitiendo a lo largo de una obra musical y, por extensión, en otro tipo de obras como las literarias, o películas. En este caso la reiteración, a veces machacona, se viene produciendo en los discursos de los políticos en campaña electoral.

Si no fuera por el empeño y el esfuerzo que despliegan algunos líderes de la derecha extrema y de la extrema derecha para convencernos de que el número de inmigrantes nos ha desbordado y que, además, acumulan todos los beneficios sociales, utilizan la sanidad pública mucho más que nosotros y mentiras similares, no merecería la pena dedicar una sola línea a este problema inventado.

Pero parece que la campaña electoral va a servir de altavoz para muchos de estos mensajes, pese a que se ha demostrado el éxito de Madrid no ha experimentado un crecimiento de población sustancial a lo largo de los últimos diez años. Andamos en la región por los 6´5 millones de habitantes, sin que la pobla ción inmigrante haya crecido, sino todo lo contrario.

Conviene dedicar un momento a explicar la gran mentira que se nos quiere imponer. Hace diez años la población inmigrante en Madrid se encontraba cerca de 1´1 millones de personas y suponía el 16´7 por ciento de la población madrileña, mientras que hoy no llega a las 870.000 personas y supone el 13´1 por ciento del total. La causa de esta reducción de la población inmigrante no es otra que los efectos de la crisis que han producido que muchas de estas  personas hayan tenido que buscar su sustento cambiando de país, o retornando a sus países de origen.

Tampoco en el conjunto de España se ha producido algo distinto. Hace una década nuestro país superaba los 47 millones de habitantes y hoy se encuentra en torno a los 47. La población inmigrante ha pasado de más de 5´7 millones antes de la crisis a no llegar a los 4´5 millones. El retorno de inmigrantes a sus países de origen a causa de la crisis explica esta pérdida de casi 1´3 millones de personas inmigrantes.

Pero es que, además, cualquiera que se moleste en consultar los datos, en lugar de escuchar los cantos de sirena de los salvapatrias irredentos, podrá comprobar que los llegados desde otros países no utilizan más la sanidad pública, ni generan más gasto farmacéutico, sino más bien al contrario. Tampoco reciben más beneficios sociales que los nativos de este país.

El mito alentado por la ultraderecha nacional es absolutamente falso. Y sin embargo funciona, cala. Es muy fácil aceptar que los males generados por una mala política y por la voracidad económica, incapaces de asegurar empleos decentes y suficientes, o igualdad real de oportunidades, son males que no podemos solucionar gentes sencillas como nosotros.

Es fácil poner oído, escuchar los cantos de sirena que sitúan el origen de esos males, en quienes son distintos por cualquier circunstancia, ya sea por su país de origen, por sus rentas, el color de su piel, su opción sexual, la edad, o el sexo. Da igual. Es fácil identificar la diferencia como una especie de maldición a partir de la cual ya nada será igual. Ya todo será peor.

Crear sociedades libres, que apuesten por la igualdad y la cooperación, no entra en el cálculo de aquellos que, en la política o los negocios, han aprendido a vivir convirtiendo en dinero cada una de nuestras necesidades, nuestras heridas y nuestros miedos ancestrales. Los políticos de nuestro tiempo no son distintos a nosotros. Son un producto tan inacabado, obsolescente y narcisista  como cualquier otro de cuantos produce nuestra sociedad. Como cualquier ser humano que se pretende convertir en intercambiable, sustituible, prescindible, fuente de negocio.

Se viene así a cumplir el vaticinio de Anatole France, formulado hace más de cien años, que tan eficazmente vienen aplicando nuestros políticos y tan útil es para que nada cambie de verdad, Sólo se ejerce una fuerte influencia sobre los individuos apelando a sus pasiones, o a sus intereses, no a su inteligencia.

Ahora que comienza la campaña electoral, no conviene olvidar estas palabras, ni prestar atención a las mentiras repetidas que terminan adquiriendo apariencia de verdad y actuando contra la libertad.

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