Las fiestas navideñas más extrañas de nuestras vidas han venido aderezadas por un par de insólitas noticias que más bien parecen sacadas de un aquelarre que de unas luminosas Navidades que intentaban, infructuosamente, compensar un año que parecía sacado de un delirio febril, un mal sueño, una indeseable ilusión distópica.
La primera de esas noticias ha sido que, en plena Navidad, con los fríos nocturnos invernales, se ha mantenido cortado el suministro eléctrico en la Cañada Real Galiana. Siempre suponemos que son fiestas de Paz, tregua, buenos deseos y mejores intenciones. Pero no parece ser así para los administradores de una empresa eléctrica, con la connivencia de algunos responsables administrativos y políticos de la zona afectada.
Hace años, más de tres, la Comunidad de Madrid, los Ayuntamientos de Madrid capital, Coslada y Rivas, la Delegación del Gobierno, acompañados por los grupos políticos de la Asamblea de Madrid, asesorados por expertos y organizaciones sociales y vecinales, acordaron un Pacto para dar soluciones sociales, de vivienda, educacionales, sanitarias, de movilidad, para un espacio urbano degradado, en el que a lo largo de más de 14 kilómetros se ordenan más de 2500 viviendas que alojan a más de 7000 habitantes.
Han pasado los años y la Cañada sigue donde estaba y, poco más o menos, en la situación en la que se encontraba, a lo que se ha añadido tres meses sin luz, las Navidades, la borrasca más dura e implacable azotando Madrid y un frío como el que no habíamos conocido desde hace muchas, muchas, décadas. Así están las cosas y los responsables anuncian una reunión de los firmantes del Pacto para estudiar qué hacer. Tarde me lo fiáis.
La segunda noticia es la de la subida desproporcionada del precio de la luz, batiendo records por dos veces consecutivas en la primer quincena del año. Un 27% en la primera semana y más de un 35% en lo que llevamos de año. El ministro de Consumo echa la culpa a Europa, la Ministra de Hacienda dice que de bajar el IVA de la luz, actualmente del 21%, nada de nada.
Las compañías de energía se desentienden del problema y se desmarcan diciendo que las subidas de la luz se producen por factores ajenos a ellas, mientras que los responsables de los gobiernos anteriores, refugiados tras las puertas giratorias que conducen directamente del gobierno a los sillones de los consejos de administración de las grandes compañías, callan y cobran.
Mientras tanto, sus sucesores, anuncian soluciones a ese perverso sistema de fijación de precios que produce altos beneficios y carestías insoportables. Un sistema económico y político que junta el hambre con las ganas de comer, donde ni los mecanismos de protección funcionan y el bono social de la luz, o el térmico, no llegan ni a una de cada cuatro personas que podrían necesitarlos.
Un reciente estudio de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), estima que más de 200.000 personas en Madrid capital viven una situación crítica con respecto a la pobreza energética. La gran mayoría de esas personas viven en las familias más pobres, en las viviendas más antiguas, de baja calidad, mal aisladas, construidas en los barrios obreros durante el boom inmobiliario a partir de los años 60.
Esos barrios vulnerables se encuentran, mayoritariamente en la periferia de la capital. Barrios situados casi siempre en distritos como Villaverde, Usera, Vallecas, San Blas, Carabanchel, Aluche, Moratalaz, o Latina, aunque en algunos casos también se encuentren en pleno centro de la ciudad.
Mal comienza el año, por muy distintos motivos, aunque todos ellos parecen formar parte de una gran distopía en marcha. Ya sólo faltaría que dejemos que sus efectos se agraven con destrozos como los que provoca la pobreza energética. Ser capital de España debería significar también ser ejemplo y modelo, poner todos los medios para que la pobreza y la desigualdad no conduzcan al destrozo de nuestra convivencia social.