Los nadie, los nadies, así en plural, los de Galeano. El término que usan en el Altiplano entre Bolivia, Perú, Ecuador, en menor medida Chile, o Argentina. Los nadies, los naide, naiden, nadien, naides, que de todas estas formas son conocidos en aquella tierra.
Europeos, abran este libro, penetren en él.
Hace ya más de veinte años escribí un poemario que mandé a Lekunberri, al Certamen de Poesía Ángel Urrutia Iturbe. Lo titulé La tierra de los Nadie. Versos escritos a lomos de una bicicleta, a orillas del Manzanares suburbial plagado de pescadores de agua infecta, las huertas valladas con somieres, las chabolas de los poblados de la droga, los descampados repletos de escombros, las ruinas de una iglesia, o las humildes imágenes de una parroquia prefabricada. El mundo de nadies que me vio crecer como uno de los suyos.
Aquel poemario construido a base de epigramas alejandrinos, con ritmos tomados prestados de Gil de Biedma, ganó el premio. Me produjo una gran ilusión que aquel alcalde y aquella bibliotecaria, Inma, nacionalistas los dos por los cuatro costados, me entregaran aquel premio que consistía en la edición del libro por parte del Ayuntamiento de Lekunberri. Siempre he pensado que algo de vasco corre por mis venas y alimenta mis cabellos pelirrojos.
Un premio muy especial que me permitió conocer además a uno de esos poetas, Ángel Urrutia, curtido en los más variados oficios y entregado a la edición, el activismo cultural y la poesía de factura propia, sin escuelas, ni estilos que no fueran el suyo, único y personal. Este libro, reeditado hace seis años por Legados Ediciones, fue el primer pilar de la Trilogía de los Nadie.
– Javier López ha escrito un hermoso libro sobre la tierra de nadie, o la tierra de los nadie. Esa tierra no alude sólo a los que no tienen nada, sino también a la configuración de un tiempo que elige la identidad de la nada como forma de vida. Se trata de la experiencia del desarraigo, el frío o el calor del anonimato, el vapor de una condena de soledad que busca deshacer la experiencia y convertir los números y las letras en pura abstracción –escribe Luís García Montero en el prólogo.
Después de dar algunos pasos en la oscuridad, verán a algunos extranjeros reunidos en torno al fuego, acérquense, escuchen: discuten la suerte que reservan a las agencias de ustedes, a los mercenarios que las defienden.
Dos años más tarde, en 2017, recopilé para editarlos una decena de relatos premiados en diferentes concursos y certámenes de cuentos. Desde la extremeña Coria, hasta la chilena Lebu, desde la castellano-manchega Azuqueca de Henares a las Voces del Chamamé refugiadas en Asturias, desde Hervás a Huelva, las cuencas mineras, o las habitaciones de una cadena hotelera.
– ¿Quienes son ellos y ellas? Son “los nadie”. Seres humildes empeñados en mejorar su vida, en relacionarla con la vida de los demás, en cumplir sus sueños –dice Manuel Rico en ese precioso prólogo que tituló Un canto al sueño de los invivibles (casi un prólogo).
Quizá esos extranjeros se den cuenta de su presencia pero seguirán hablando entre sí, sin tan siquiera bajar la voz. Esa indiferencia hiere en lo más hondo: sus padres, criaturas de sombra, criaturas de ustedes, eran las almas muertas, ustedes les dispensaban la luz, no hablaban sino a ustedes y nadie se ocupaba de responder a esos zombis.
Ya tenía dos pilares de la trilogía. Llevaba años acariciando la idea de ponerle letra, texto, poema, palabra, a algunas de las fotos de Fran Lorente. Le he visto hacer miles de fotos de manifestaciones, concentraciones, huelgas generales, campamentos de la esperanza, coca-colas en lucha, profesionales de la enseñanza, la sanidad, la ayuda a domicilio, los Abogados de Atocha, o los supermercados…
Y entre movilización y movida, el mapa de un rostro, el camino de una mirada, niños, viejos, risas aún más complejas que las lágrimas en un paisaje desolado, en Palestina, en el Altiplano boliviano, en la meseta castellana, en unas ruinas abandonadas, o en las calles de la ciudad.
De ahí nació La Mirada de los Nadie que acaba de salir de imprenta. Un proyecto más complejo que necesitaba una edición más cuidada y distinta a la de un libro de poesía o narrativa, que soportase bien la fotografía y preservara y defendiera el texto. Ediciones GPS lo ha conseguido con creces y el libro se encuentra ya repartido por librerías de toda España.
En este caso, Rozalén con un poema y Gonzo, con su introducción, han defendido con sus prólogos las miradas y las palabras de ese mundo de los nadies en el que tanto nos cuesta reconocernos.
Los hijos, en cambio, los ignoran: los ilumina y los calienta un fuego que no es el de ustedes, que a distancia respetable se sentirán furtivos, nocturnos, estremecidos: a cada quien su turno; en estas tinieblas de donde va a surgir otra aurora, los zombis son ustedes.
(Prefacio de Jean Paul Sartre a Los Condenados de la Tierra de Franz Fanon).
Cuando un libro sale de imprenta y es entregado a la distribuidora para viajar hasta los escaparates y las estanterías de las librerías, tiene ya vida propia. Los editores, los autores, podemos intentar promocionarlo, vestirlo, acompañarlo, pero son los lectores los que lo convierten en un libro y lo salvan en papel almacenado.
La misma vida propia que tienen los nadies en sus narraciones, el ritmo de sus danzas, sus canciones, sus poesías, en sus escenarios cotidianos. La vida que defienden con sus miradas, esas que muchos quieren invisibilizar, para no verlas, para no cruzarse con ellas. Esas miradas que nos observan, nos preguntan, nos acarician, nos ignoran, nos absuelven, o nos condenan.