Pobreza energética y capital

Ha pasado lo más duro del invierno y en un lugar como la Cañada Real más de 7.000 personas, entre las que se encuentran cerca de 2.000 niñas y niños han padecido el corte de suministro eléctrico y, con ello, la falta de luz, la falta de calefacción, de frigorífico y todo tipo de aparatos que funcionen con electricidad. Pienso, por ejemplo, en la falta de clases, o la semipresencialidad en la asistencia a los centros educativos y esos chavales me parecen la clara visualización de la brecha digital y las desigualdades educativas.

Sin embargo, la Cañada Real es, tan sólo la punta del iceberg de la pobreza energética en Madrid. Recientes informes elaborados por investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), revelan que son los distritos periféricos como Villaverde, Vallecas, o San Blas, los que presentan un mayor porcentaje de habitantes en riesgo de sufrir pobreza energética.

En la capital hasta un 6% de la población se encuentra en una situación crítica, es decir más de 215.000 personas. Son los barrios de aluvión, surgidos durante el franquismo para alojar la inmigración de otras regiones de España, los que presentan peores calidades de construcción y las rentas familiares más bajas, con lo cual la ineficiencia energética se multiplica, tanto en los edificios como en las instalaciones de calefacción.

En estas condiciones las dificultades para asegurar cosas tan esenciales como temperaturas adecuadas en las viviendas son infranqueables en muchos casos. Dificultades que se superponen a otros factores de desigualdad como menores niveles de estudios, mayores tasas de paro, peores infraestructuras urbanas de todo tipo, edificios de difícil accesibilidad.

Cuando hablamos de distritos más afectados por la pobreza energética hay que bajar al detalle de los barrios más castigados dentro de cada distrito. Decenas de barrios como Pan Bendito, Villaverde Alto, San Cristobal, Amposta, Picazo, Opañel, Chopera, Plaza Elíptica, el Poblado de Absorción de Hortaleza, Portazgo, Vicálvaro, Fuencarral, Abrantes, Entrevías y otros muchos.

Barrios que viven una situación de enquistamiento, enrocados en su marginación dentro de la ciudad, que aparecen siempre, en todas las encuestas y estudios, año tras año, década tras década. Barrios que acumulan factores de desigualdad, como haber sido construidos en la etapa de la dictadura y antes de la entrada en vigor de la Constitución, o como soportar mayores tasas de paro, edificios energéticamente ineficientes, un buen número de personas mayores, sin ascensor en muchos edificios, bajas rentas y riesgo de pobreza. Barrios instalados en la depresión, cronificados en la desigualdad.

Ahora, cuando las sociedades más modernas, la Unión Europea en su conjunto, se aprestan a un gran Pacto por el Clima, un Green Deal, acompañado de un proceso imparable de transición digital hacia una economía basada en el uso de las nuevas tecnologías, son muchos los lugares, incluso en la capital de las Españas, donde las dificultades y los problemas de partida son muy grandes.

Los fondos europeos, los Next Generation, pretenden afrontar este importante reto de futuro, pero mucho me temo que su destino en regiones como Madrid, sea más el de pagar inversiones de grandes empresas que el de la recuperación y reconstrucción de muchos entornos urbanos degradados en los que ni lo verde, ni lo energético, ni los componentes tecnológicos, aparecen por ninguna parte.

Los retos de la descarbonización trazados por la Unión Europea chocan frontalmente con la realidad de muchos barrios de Madrid. El objetivo de rehabilitar entornos degradados, remodelar barrios, corregir la baja eficiencia de sus edificios, su difícil accesibilidad, se encuentra muy alejado de decisiones municipales como promover un Madrid Nuevo Norte, la Operación Chamartín, que sólo puede contribuir a desequilibrar y convertir la capital en un lugar más injusto, más desigual, un modelo nefasto para España.

En principio, el Green Deal, el Pacto Verde Europeo, incorpora objetivos de inclusión social, sin los cuales la doble transición digital y ecológica puede quedar en nada, en un mundo al borde del abismo. Por eso Madrid merece un nuevo gobierno capaz de convocar un esfuerzo colectivo para repensarse como la Región que ostenta la capitalidad, necesita corregir sus muchos problemas acumulados y afrontar un futuro de igualdad que haga posible acabar con la pobreza energética, impidiendo que partes importantes de nuestra población se queden atrás, al margen, en la cuneta, al borde del abismo.

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