Salud mental y tiempo de elecciones

Hay cosas como que dan vergüenza. Si lo piensa uno bien, lo más normal, dadas las condiciones de vida que nos han tocado en suerte, quien más, quien menos, es que estemos afectados por algún problema mental. Unas veces son estados de ansiedad, estrés, angustia, fatiga y agotamiento injustificados, depresión, pérdidas de memoria, o de capacidad de atención. No sé, un montón de síntomas que ponen de relieve un problemilla, o problemón, de salud mental.

Ocurre que nos lo callamos, lo guardamos dentro, lo consideramos tabú. No sea que nos vayan a catalogar de locos, con los consiguientes problemas sociales, laborales y de todo tipo que eso puede acarrear. Es cierto que la población madrileña no ha crecido sustancialmente a lo largo de los últimos veinte años. Pero también es verdad que partíamos de unas carencias importantes en número de profesionales sanitarios dedicados a estas especialidades.

Y no hay que olvidar que, por el camino, hemos atravesado una crisis de caballo y un cambio importante del modelo social y de las formas de empleo. La precariedad laboral, el paro de larga duración, los problemas de cualificación, tienen consecuencias dramáticas sobre las personas, las familias y los entornos sociales de los barrios y comunidades. Todo ello ha hecho que las consultas nuevas en salud mental hayan pasado de casi 37.000 en el año 2000 a casi 94.000 en 2012 (año de mayor impacto de la crisis).

Según denuncia un reciente informe sobre la sanidad madrileña presentado por CCOO de Madrid y la FADSP, con 36 Centros Públicos de Salud Mental, poco más de 250 psiquiatras, menos de 150 psicólogos y algo más de 100 DUE (personal de enfermería), poco se puede hacer.

Incluso algunos de estos centros de titularidad pública han sido entregados a gestión privada de entidades que van abriendo su espacio de negocio en la sanidad madrileña, nutriéndose de los recursos públicos. Así ocurre con los centos de Arganzuela, Valdemoro, Navalcarnero, Aranjuez, Moncloa, Torrejón, o Collado-Villalba.

El personal no ha aumentado al ritmo que la demanda, lo cual ha generado importantes aumentos en la lista de espera y eso se ha intentado compensar con el fácil recurso de contratar, concertar y pagar al sector privado. Podríamos afirmar que la casi totalidad del aumento de camas hospitalarias de salud mental, se debe a la incorporación de las camas de  los nuevos hospitales que nacieron ya privatizados.

Es cierto que se han puesto en marcha algunos programas nuevos como los de anorexia, o bulimia, pero existen notables problemas de distribución territorial equilibrada de los recursos. Existen dispositivos dedicados a la atención social y la rehabilitación psicosocial, pero nos encontramos con problemas derivados del hecho de que estos recursos dependen de la Consejería de Familia y Asuntos Sociales. No debería ser un problema coordinar bien las actuaciones de varios departamentos de la misma administración, pero mientras los centros de día, de rehabilitación laboral, o psicosocial,  minirresidencias, o pisos supervisados, van creciendo, los equipos de Apoyo Social no crecen.

Al final, muchas personas que padecen este tipo de problemas, terminan recurriendo al sector privado, si es que puede pagárselo, en detrimento de la igualdad. Es cierto que se aprueban Planes a los que se impone el pomposo nombre de Estratégicos. Es verdad que se negocian en la Asamblea de Madrid y se da voz a diferentes organizaciones, profesionales y empresas que trabajan en estos temas.

El último de estos Planes Estratégicos de Salud Mental abarca el periodo 2018-20120 y anuncia hasta 10 líneas estratégicas. El problema es que, como en casos anteriores, estos planes pueden terminar con un escaso cumplimiento de los objetivos y abriendo nuevos espacios a las privatizaciones de servicios.

Por eso, cuando votemos, en cada uno de los muchos procesos electorales que se avecinan, tendremos que estar muy atentos a discriminar entre quienes nos proponen banderines de enganche para acudir a grandes e inútiles batallas y quienes prestan atención a nuestros problemas y se muestran dispuestos a poner los medios y los recursos necesarios para solucionarlos. Nuestra salud, nuestra salud mental, está en juego.

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