Me piden en El Obrero si puedo dar mi opinión sobre una noticia que aparece en los medios de comunicación. Parece que la ministra de trabajo quiere “democratizar” las empresas dando entrada a los trabajadores en los consejos de administración. Parece que Yolanda Díaz se apresta a encargar a un comité de expertos que le elabore una serie de propuestas encaminadas a facilitar la entrada de los trabajadores en los máximos órganos de gobierno de las empresas. Luego esa propuesta la discutirá con empresarios y sindicatos en el marco del diálogo social.
Así, a bote pronto, se me ocurre que bastantes problemas tengo yo como para meterme en el barrizal de opinar sobre si los trabajadores debemos de formar parte de los consejos de administración, tema polémico donde los haya en el interno de las organizaciones sindicales, pero no me gusta desairar a los amigos, no me gusta escurrir el bulto, no me gusta convertirme, por acción u omisión, en un portavoz de lo que en cada momento se entiende como correcto, adaptado a la moda, pensamiento único, políticamente correcto. Así que allá vamos.
De entrada mi opinión es No. Con matices pero no. Para empezar, esto de que haya trabajadores en los consejos de administración no es algo tan novedoso como pudiera parecer. Los alemanes siempre han sido modelos de sindicalismo en Europa y desde hace décadas allí los trabajadores tienen alguna representación en los consejos de administración.
La ley 41/1962, en pleno franquismo, regulaba la participación de los trabajadores (el personal, decían ellos) en la administración de empresas que adopten la forma jurídica de sociedades. Evidentemente se establecían sistemas de elección a través de ternas elegidas por el Jurado de Empresa del sindicato vertical formado por empresarios y trabajadores juntos. Sobre esas ternas podían terminar eligiendo los empresarios, o incluso rechazando la terna entera.
No hablamos, por supuesto de ese paripé, sino de los derechos de participación en consejos de administración de empresas públicas y privadas, tal como ocurre en toda Europa central, incluida Francia y países nórdicos. En países, como España, Grecia, Portugal, Polonia, o Irlanda, la participación se limita a las empresas públicas, mientras que en otros países como Italia, Islandia, Reino Unido, o Rumanía, no existen derechos de participación.
En España, en concreto, a partir de la Huelga General del 14D en 1988 y tras la Propuesta Sindical Prioritaria (PSP), también en ámbitos autonómicos, comenzaron a desarrollarse algunas disposiciones legales que dieron entrada a representantes de los trabajadores en algunos consejos de administración de empresas públicas y órganos de participación de algunos organismos públicos, ya fueran Consejos Sociales de Universidades, Consejos Generales del INSERSO, del SEPE, Consejo General de la Formación Profesional, INSALUD, Seguridad Social, o empresas como RENFE, METRO, RTVE, o los famosos consejos de administración de las Cajas de Ahorros.
Es verdad que nuestra única referencia para juzgar la participación sindical en las decisiones que adoptan las empresas no puede ser el desastre acaecido en las Cajas de Ahorros. Ya he manifestado mi opinión sobre este caso específico, en varios artículos, uno de los últimos escrito conjuntamente con Antonio Gutiérrez. Confluyeron en ese asunto muchos elementos que desbordan el propósito de este artículo y que merecen opinión aparte.
Creo que la participación en consejos de administración, no en otros organismos de participación, supone un riesgo, o varios riesgos, que hay que tomar en cuenta. Los representantes sindicales pueden atrincherarse en el cargo. Cuando los elegimos suelen ser los más preparados, pero pasado el tiempo entran en juego los pequeños, o grandes, privilegios inherentes al cargo.
Me lo describía muy bien un miembro de un consejo de administración, cuando me contaba que aquello era otro mundo, desde que entrabas en la sala del consejo y comenzabas a ver pasar millones, miles de millones a veces, delante de ti y tus decisiones son consideradas importantes. Eso, imagino, y las dietas y la presencia remunerada en otras sociedades participadas y los viajes pagados y…
Pero además, los miembros de un consejo de administración, adquieren una responsabilidad compartida con las decisiones de la empresa. Comienzas defendiendo los intereses de los trabajadores de tu empresa, su empleo y la calidad del mismo, pero los intereses de los trabajadores pueden terminar mimetizados con los de los empresarios y no siempre coinciden con los intereses generales del conjunto de la clase trabajadora.
A veces puede resultar más útil que los trabajadores sean informados, consultados y se establezcan determinadas materias en las que es exigible negociar y alcanzar acuerdos que formar parte del consejo de administración desde posiciones siempre en minoría. Conozco empresas donde la participación sindical en consejos de administración es modélica e intachable y otras donde es fuente de conflicto permanente entre las propias estructuras sindicales.
Si es verdad que las empresas son capital y trabajo a partes iguales, tal vez merece la pena que existan órganos en los que, de igual a igual, empresarios y representantes de los trabajadores puedan conocer, opinar y acordar, de forma obligada y preceptiva, sobre las grandes decisiones de la empresa.
Por otro lado, es difícil responder sin dudar a la pregunta de a quién representa un miembro del consejo de administración: a los trabajadores de la empresa, o a los trabajadores en sus intereses sociales generales. No es algo banal y siempre es una fuente de conflictos, porque a veces podemos tomar decisiones que favorecen el aumento de beneficios laborales, sin pensar en las mejoras en la calidad de los productos o servicios para el conjunto de la sociedad.
Habrá quien diga que esto se soluciona con medidas de control y transparencia. Pero eso hay que hacerlo, hay que ponerlo negro sobre blanco, cumplirlo y hacerlo cumplir y no siempre es tarea fácil. Ya hemos vivido bastantes chascos y disgustos por nuestra participación en consejos de administración como para que nos tomemos este asunto con toda la seriedad, las cautelas y la responsabilidad que merece.