Estas semanas corre por las redacciones de los medios de comunicación una noticia a la que no prestamos mucha atención, porque andamos obsesionados con los acontecimientos que se desencadenan entre la calle Génova y la Puerta del Sol, que ha terminado por convertirse en una crisis en canal del PP.
Así las cosas no prestamos mucha atención al hecho de que tras varios años de implantación del Ingreso Mínimo Vital (IMV) en todo el Estado, nos estemos encontrando con que el gobierno no ejecuta un tercio del presupuesto destinado a esta prestación en 2021, lo cual supone que se han dejado de gastar 1.000 millones de euros.
Hace dos años, anunciaron a bombo y platillo que el IMV alcanzaría hasta a 2´3 millones de personas. Luego plantearon que se incorporarían 850.000 familias a lo largo del año pasado y tan sólo alcanzaron a 366.000. Son cosas de las que deberían estar hablando los políticos en un momento en el que la pandemia ha venido a golpear con más dureza precisamente a los más débiles. Hoy más de 6 millones de personas viven en la pobreza severa en nuestro país.
Es una evidencia que aprobar una de cada cuatro solicitudes, sobre un total de más de 1´5 millones de solicitantes no puede merecer aplausos, sino, en todo caso, análisis, reflexiones, propuestas, soluciones. Es cierto que se han modificado los procedimientos para poder llegar a un mayor número de beneficiarios, es cierto que durante 2020 sólo se concedía el IMV al 15% de los solicitantes, pero aún así el procedimiento es muy estricto, de entrada y a priori, con quienes más lo necesitan.
Otro de los problemas es la dificultad de armonizar la coexistencia del IMV y de las Rentas Mínimas existentes, de una o de otra forma, en todas las Comunidades Autónomas. Las Rentas Mínimas y el IMV podrían ser prestaciones complementarias, pero sin embargo estamos viendo cómo muchas Comunidades aprovechan para ahorrarse el Presupuesto de Rentas Mínimas y sustituirlas mecánicamente por el IMV.
Madrid es como siempre, bajo los gobiernos de personajes como Aguirre, o su heredera Ayuso, la primera entre todas las Comunidades Autónomas a la hora de ahorrarse rentas mínimas. Así ha pasado de un gasto de 167 millones a poco más de 40 este año, un ahorro de más del 75 % en sólo un año. De los más de 90.000 titulares de Rentas Mínimas, pasamos a poco más de 24.000 en 2021 y ahora ya no llegamos ni a los 10.000.
Por contraposición a la actitud de racaneo del gobierno madrileño, gobiernos como el de Cataluña, País Vasco, Canarias, o Valencia han incrementado notablemente sus presupuestos para Rentas Mínimas, aunque hayan modificado sus contenidos para no colisionar con el IMV, sino conseguir la existencia de prestaciones complementarias con respecto al Ingreso Mínimo Vital.
La situación que hemos descrito demuestra la ineficacia, la ineficiencia y la incapacidad de aplicar criterios coordinados que permitan un trato igual para todos los ciudadanos y ciudadanas del Estado. Por eso la Unión Europea nos saca constantemente los colores al denunciar y poner en evidencia que somos uno de los países más atrasados a la hora de aplicar recursos de forma eficiente para dar solución a los problemas de empobrecimiento y desigualdad.
En lugar de arrojarse los trastos a la cabeza, el gobierno central debería corregir de inmediato los problemas de gestión y tramitación que están impidiendo el acceso de las personas y familias que necesitan el IMV, de forma que puedan superar las duras situaciones por las que atraviesan
Y en lugar del victimismo al que nos tiene acostumbrados, el gobierno de Madrid debería recuperar las partidas ahorradas, recortadas, para dedicarlas a medidas complementarias que, a través de la Renta Mínima, nos permitan complementar el Ingreso Mínimo Vital, porque con esta actitud de acabar con las Rentas Mínimas, Madrid es cada vez menos España y cada vez más ejemplo de malas políticas insolidarias en el conjunto del país.
Estamos a tiempo y podemos corregir errores, aunque sean errores de bulto. Vayamos a ello, hacia una España, hacia un Madrid, que vertebre la lucha solidaria contra la pobreza. Si lo primero es la familia, que nos comiencen a tratar al menos como a hermanos.