Fueron primero algunas actrices de Hollywood como Nicole Kidman, Jennifer Lawrence, Salma Hayek, o Margot Robbie, las que destaparon abiertamente, numerosos casos de acoso y abusos sexuales. Las denuncias apuntan a actores, directores y productores hacia los que se dirige un claro mensaje, I will not be silent (No voy a estar en silencio). El discurso de Oprah Winfrey contra el racismo y el acoso sexual durante la ceremonia de entrega de los Globos de Oro, pasará a nuestra historia. El movimiento Me Too (Yo también) sigue siendo noticia cada día, con nuevas denuncias y revelaciones.
Luego, actrices españolas como Aitana Sánchez Gijón, Carla Hidalgo, Ana Gracia, o Maru Valdivieso, afirmaron haber sufrido acoso sexual en el cine español. En este caso los nombres de los acosadores han permanecido en una zona oscura. En la ceremonia de los Goya los discursos se han volcado más en la infrarrepresentación de las mujeres y la brecha salarial entre mujeres y hombres en nuestro cine.
Día sí, día también, ministros, jueces, abogados, empresarios, políticos, militares, son acusados aquí y más allá de nuestras fronteras, de protagonizar actos de acoso y abusos sexuales. Las instituciones públicas y las empresas privadas aparecen con frecuencia en estas denuncias y escándalos. Un informe reciente pone de relieve que hasta uno de cada cinco trabajadoras y trabajadores del Parlamento Británico ha sufrido, o presenciado, casos de acoso sexual y eso tan sólo en el último año.
Claro que estas cosas ocurren por Europa, o Estados Unidos. Lo que ocurre en España es un misterio. Sin embargo todo un río de podredumbre debe recorrer las cloacas del país, si hacemos caso al Informe de la Unión Europea realizado en sus 28 estados miembros, según el cual más de la mitad de las mujeres europeas ha sufrido alguna forma de acoso sexual a lo largo de la vida y una de cada tres indica que el acosador era un compañero de trabajo, un superior, o un cliente.
Aunque parezca mentira, el acoso no aparece como un asunto menor entre mujeres que ocupan puestos de alta dirección, o de alta cualificación, entre las que tres de cada cuatro (el 75 por ciento) manifiestan haber sufrido acoso sexual. Con este panorama no creo que en España estemos mejor que en la media de la Unión Europea. Pero esto debe ser material clasificado.
Para colmo de males, hubo quien creyó que la pedofilia, el abuso y el acoso sexual, afectaba tan sólo a algunos pervertidos, entre los que se encontraban unos cuantos curas y frailes de la Iglesia. De pronto nos despertamos con que aparecen denuncias y casos en organizaciones dedicadas a paliar los males del mundo, como la ONU, el Programa Mundial de Alimentos, o como ONUSIDA.
Para remate, descubrimos que el hasta ahora impoluto e irreprochable mundo de las ONG tampoco se libra de casos de pedofilia, abusos, o contratación de servicios de prostitutas, con dinero procedente de fondos públicos. Organizaciones como Oxfam, Save The Children, o Cruz Roja. La Ministra de Cooperación de Reino Unido ha anunciado que investigará y retirará toda financiación pública a las entidades que no garanticen cumplir los requisitos y salvaguardias mínimos para impedir estos escándalos.
Los abusos, el acoso, la violencia de género, son problemas transversales que afectan a todo tipo de relaciones laborales, políticas, sociales. Porque si es verdad la afirmación de Oscar Wilde (Todo en la vida trata sobre el sexo, excepto el sexo. El sexo trata sobre el poder), podremos comprender que nos encontramos ante situaciones que incorporan elementos que tienen que ver con la posición de poder en cualquier ámbito de relaciones personales o sociales.
La inmensa mayoría de los políticos, directores de cine, productores, empresarios, sindicalistas, periodistas, o voluntarios de las ONG, no son acosadores. Pero algo no funciona cuando la tapadera del silencio se impone durante años sobre la denuncia y la erradicación de esos comportamientos.
Algo se ha avanzado en Estados Unidos y en algunos países europeos. En España, parece que habrá que esperar para comenzar a destapar el problema, abrir el debate oculto, debatir en el conjunto de la sociedad y buscar soluciones en todos los ámbitos donde el problema aparece. Desde la familia al parlamento, desde el cine a los medios de comunicación, desde las empresas a las instituciones, desde los partidos a las ONG y a la Iglesia, desde los sindicatos a las organizaciones empresariales.