El estado de la cuestión y los presupuestos

Mientras tuve responsabilidades en los asuntos laborales de Madrid, al frente de la institución con más afiliados y más representantes legales de toda la Región, por encima de clubs deportivos y partidos políticos, una de las tareas que tenía que atender cada año era la asistencia al Debate sobre el estado de la Región.

Todos los años, los gobernantes de turno, a nivel nacional, autonómico, o local, en función siempre de sus intereses del momento, suelen convocar un debate teóricamente dedicado a realizar un balance de los aciertos, o los errores, según se mire, cometidos durante la acción de gobierno, a lo largo del último año, así como a presentar las intenciones y promesas que marcarán el próximo curso político.

En el caso del Ayuntamiento de Madrid el debate sobre el estrado de la capital se ha limitado a manifestar que, puesto que nos encontramos a mitad del mandato del alcalde, se han cumplido ya la mitad de las promesas electorales. En cuanto al resto, presumen, se encuentran en marcha prácticamente todas.

Es sencillo. Si metes por medio el genocidio de Gaza, la siempre genérica libertad de pensamiento, junto a las bajadas de impuestos y las mayores privatizaciones, pues no hace falta mucho más. Y si la oposición saca los pies del tiesto, pues con mentarles a la mujer de Sánchez, o el genocidio nazi contra los judíos, asunto resuelto. Eso sí con cuidado de no decir palabra sobre los homosexuales, gitanos, minorías, opositores y rojos que el nazismo se llevó también por delante.

Mucho más fastuoso es siempre el debate sobre el estado de la Región, muy por encima del de cualquier ciudad por muy capital que sea. En esos debates nunca se anuncian menos de 50 medidas nuevas, como ha hecho este año la heredera de Aguirre. Qué menos de 50 si lo que se intenta es difuminar los escándalos judiciales y fiscales de la pareja de la presidenta.

Hay que desplegar todas las plumas, entrar en todos los campos, pisar todos los charcos. Recuperar, por ejemplo, los polos de desarrollo franquistas, reconvertidos en nuevos Distritos Industriales. Como cada año, un nuevo plan de vivienda que solucionará todos los problemas. Un nuevo uso para el inutilizado Hospital Isabel Zendal.

Y más universidades, privadas por supuesto. Y más rebajas fiscales por aquí y por allá. Que no falte mucho medio ambiente, pero con centrales nucleares. El año del motor, de la Fórmula 1, por supuesto y el mismo año para el Medio Ambiente también. Carreteras rurales, paisajes rurales, cajeros rurales, cañadas reales, historias rurales, al servicio del turismo rural, que quede claro.

Y mucha familia, muchas empresas familiares, muchas mujeres embarazadas, mucha ayuda, incluso un piso, a las menores embarazadas que no tengan apoyo familiar, para que no se les ocurra abortar, mucho embrión reconocido como miembro de la familia.

Y centros nuevos. Centros para todo. Para endocrinología, metabolismo, diagnósticos, terapias avanzadas, de ciberseguridad, de innovación y tecnología en carreteras. Y de nuevo la reactivación de uno de los escándalos mayores de nuestra comunidad, la Ciudad de la Justicia.

Así hasta 50 medidas. Amontonadas, apelotonadas, a cual más ocurrente, contradictoria, irrealizable. Porque de eso se trata en el debate sobre el estado de la Región. No de la eficacia, ni de la eficiencia de las medidas, sino del efectismo, de esa capacidad de asombrar, llamar la atención, convertir lo superficial en espectacular.

Siempre sostuve, mientras me veía obligado a asistir a estos debates, que el correlato de anuncios, el desfile de modelos antiguos aderezados con nuevos maquillajes y renovados colores, tenía luego que enfrentarse a los presupuestos anuales que terminaban por ver la luz a final de año.

Cada promesa formulada en los debates sobre el estado de la Región, tiene que tener su correlato, tiene que corresponderse, con dotaciones presupuestarias que, sin embargo, nunca llegan a buen puerto. Me gustaba entrar en los capítulos, en las secciones, en las funciones, en las entrañas de los presupuestos.

Así descubría que las promesas aireadas en los debates sobre el estado de la Región no tenían nada que ver con las mediocres asignaciones presupuestarias. Eso sí, mientras que las promesas obtienen luz y taquígrafos, e intranscendentes pero ardorosos debates tertulianos, hay pocos periodistas capaces de contarnos bien unos presupuestos. Cuentas, números, arduos, ariscos, poco agradecidos, nada entretenidos.

La clave, sin embargo siempre son los presupuestos. Los debates del estado de la Región, aparte de las descalificaciones y la esgrima parlamentaria, siempre culminan a la manera del soneto con estrambote compuesto por Miguel de Cervantes dedicado Al túmulo del rey Felipe II en Sevilla:

Y luego, incontinente,

caló el chapeo, requirió la espada,

miró de soslayo, fuese y no hubo nada.

Esa es la cuestión. Ese es el problema. Que, tras cada debate, casi nunca hay nada.

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