Lo que la inteligencia esconde

La IA (Inteligencia Artificial) se encuentra ya en todos los rincones que visitamos en nuestra vida cotidiana. Hasta los buscadores en internet nos sugieren, en primer lugar, respuestas a nuestras preguntas generadas por Inteligencia Artificial.

Hay quienes la utilizan como asesora personal, organizadora de sus actividades cotidianas, de sus vacaciones y hasta recurren a ella como psicóloga. Sus efectos son percibidos como beneficiosos por mucha gente, pero no son pocos los que se ven condenados a tratar con máquinas mientras son incapaces de encontrar el camino para ser atendidos por personas.

Al principio, los ordenadores tenían que funcionar a pedales y teníamos serias dificultades para aprender los comandos que había que introducir para obtener algún resultado. Luego pudieron ser utilizados de forma más sencilla e intuitiva. Aún así, la alfabetización digital se encuentra lejos de ser conseguida.

Ha avanzado la tecnología, han avanzado los algoritmos, la potencia en el manejo de datos se ha multiplicado exponencialmente y son las empresas las que obtienen altos beneficios utilizando estas nuevas tecnologías. Algunas personas obtienen soluciones ágiles para algunos problemas, otras se empantanan en los procesos sin conseguir llegar a ninguna parte.

Lo cierto es que los beneficios sociales distan mucho de ser generalizados, positivos, o carentes de disrupciones que nos hagan temer alguna distopía posible. Las grandes corporaciones han obtenido un poderoso instrumento para recomendarnos consumos, inducirnos a comprar sus productos, anticiparse a nuestros deseos y hasta generarnos nuevas e inútiles necesidades.

De esta forma los aristócratas del dinero multiplican su capacidad de obtener beneficios a base de alcanzar rendimientos máximos de producción y distribución. En estos momentos, cualquier gran empresa sabe anticipadamente cuándo debe incrementar la producción, cual va a ser la demanda, cuántos trabajadores necesitará y puede planificar al minuto sus necesidades financieras.

La riqueza generada se incrementa en billones de euros. El problema es que ese aumento de la riqueza se concentra cada vez más en una aristocracia financiera que gobierna arbitrariamente los destinos del planeta, al tiempo que los conflictos sociales se agudizan, al desaparecer los sistemas de protección. El 1% de los más ricos del planeta acaparan dos tercios de la riqueza mundial generada.

Son estas grandes corporaciones las que convierten las guerras en campo de pruebas de armamento inteligente, asolan selectivamente determinados lugares del mundo, desde Ucrania hasta Palestina, ocultando masacres como las que viven en África, o Asia. Asistimos a la falta de ética absoluta en el comportamiento  de algunos grupos políticos y la mayoría de los grandes grupos empresariales, que justifican unos genocidios y bendicen otros.

Lejos de que los beneficios generados por la IA actúen a favor de mejorar nuestros empleos, nuestra educación, nuestro sistema sanitario, la atención a las personas dependientes, un desarrollo económico equilibrado y un medio ambiente que nos permita que podamos asegurar nuestra supervivencia, todos los beneficios se acumulan en manos de unas pocas manos.

La IA podría servir para predecir catástrofes, nos puede ayudar en la persecución de las mafias organizadas que trafican con seres humanos, haría más fácil prevenir, detectar a tiempo y curar numerosas enfermedades, podría jugar un papel en nuestro urbanismo, o en nuestros sistemas de transportes.

Pero también, por el contrario, el uso de las nuevas tecnologías puede jugar en contra de los derechos humanos, actuar con fuerza a favor del dinero y del poder, convertirse en un poderoso instrumento con fines militares, o ser utilizada para cambiar el modelo democrático por otro más interesado en dirigir nuestras ideas, orientar nuestros votos, generar nuestra adhesión a gobiernos populistas e injustos.

Problemas como la privacidad, la utilización de nuestros abundantes datos, la generalización de las mentiras repetidas, el uso y abuso de las redes sociales adquiere una relevancia que nunca habíamos presentido anteriormente. Hay quienes nos venden el fin de la Historia y, con ello, el fin de las clases sociales. La ética se convierte en un elemento central del debate.

Suelen contarnos que, como ocurrió en nuestro pasado industrializador reciente, perderemos empleos y ganaremos otros muchos. Pero puede ocurrir perfectamente, que la automatización produzca pérdidas de muchos empleos.

Algunos analistas avanzan que cerca de 500 millones de habitantes en el planeta deberán cambiar de empleo en la próxima década forzados por los cambios tecnológicos. De hecho casi todos los empleos se verán afectados por la introducción de la IA en las empresas. Estas transformaciones harán necesarias, cuando menos, nuevas cualificaciones y obligarán a recualificar a muchos trabajadores.

Unos gobiernos nacionales, regionales, locales, cada vez con menos poder frente a las grandes corporaciones, pueden revelarse incapaces para poner orden en el uso de las nuevas tecnologías y de la IA. Ya hemos visto como la propia Unión Europea se entrega en brazos del máximo representante de los caprichosos dueños del mundo.

Estamos en los comienzos de un nuevo mundo, de una nueva forma de vivirnos en el mundo y más vale que lo hagamos bien si no queremos que el futuro sea inviable, imposible, un no futuro.

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