En Madrid, emborronando elecciones

Acaban de enviarme una foto en la que se ve una columna en la que aparece una pequeña placa emborronada. Es la sencilla placa que indicaba que estábamos a punto de entrar en los jardines de la Escuela Julián Besteiro, la escuela de formación de UGT.

Al parecer, la placa ha amanecido cubierta de pintura negra, tan negra como el carbón mental que ocupa los cerebros de los seres embriagados que en la noche madrileña han acometido el heroico acto de mancillar el nombre de un socialista, republicano, que llegó a presidir la UGT, el PSOE y las Cortes españolas y que murió en las cárceles franquistas, al poco de finalizar la Guerra.

Escribí el año pasado, para El Obrero, un artículo titulado Besteiro, la grandeza de los derrotados, con motivo del 150 aniversario de su nacimiento y el 80 aniversario de su muerte. Fue Besteiro el que rindió Madrid a las tropas franquistas, cuando todo el gobierno había ya salido camino del exilio.

Besteiro, juzgado por rebelión militar en los tribunales militares de franquistas alzados en armas contra su pueblo y que, a falta de delitos de sangre del anciano profesor, le condenó a cadena perpetua, luego rebajada a 30 años de prisión. El Dictador le dejó morir en la cárcel, pese a las peticiones de algunos de sus generales, entre los que figuraba el propio Ministro del Ejército.

Una clemencia que también han despreciado quienes con pintura negra, tan negra como el betún cristalizado en sus mentes, han borrado su nombre de la pequeña placa que nos invita a traspasar las puertas y atravesar el jardín para iniciar un camino de formación.

Esa y ninguna otra, era el arma en poder de Julián Besteiro,  la formación personal que había adquirido en la Institución Libre de Enseñanza, bajo el magisterio de Giner de los Ríos. Un arma que utilizó toda su vida como profesor de instituto, catedrático de la Universidad Complutense y en cada responsabilidad que ejerció.

Madrid no es lugar en el que sus habitantes, llegados de cada rincón de España y del planeta, borren los nombres de sus hijos más ilustres, coherentes, honestos. Pero, de vez en cuando, surgen cobardes que, al amparo de la noche, como en este caso, emborronan placas.

A veces aparecen otros que, a plena luz del día y desde el poder de las instituciones que presiden, asaltan con piquetas la memoria de los fusilados y de los poetas muertos en la cárcel, como ha hecho el alcalde de Madrid con las citas de Miguel Hernández y Julia Conesa, una de las 13 Rosas, intentando borrar del futuro los nombres de los 3.000 fusilados por franquismo en el Cementerio de la Almudena.

Es el mismo alcalde que intenta borrar de las calles madrileñas a Indalecio Prieto, o a Largo Caballero, siguiendo las consignas y las  órdenes de aquellos que, desde la más rancia ultraderecha, le mantienen en el poder.

Esa ultraderecha que emborrona placas y la emprende a piquetazos con los versos del poeta, o que busca en la convocatoria de actos provocadores en los barrios humildes de Madrid, los únicos banderines de enganche que sostengan su voto infame.

Madrid se encamina de cabeza hacia unas elecciones anticipadas convocadas por exclusivo interés de una presidenta dispuesta a gobernar con la ultraderecha y que ha convertido la política en escándalo, en oposición permanente al gobierno central y a los demás gobiernos autonómicos. Contra todo, contra todos y sólo a favor del trasiego de dinero hacia los intereses privados.

Da igual que haya pandemia, o hayan muerto muchas personas cada día en residencias y hospitales. Lo importante para la Presidenta y sus palmeros es que el dinero fluya hacia las empresas sanitarias privadas y hacia las grandes constructoras y empresas de servicios, mientras alimentan el negacionismo de la tragedia que nos ha tocado vivir.

El negocio siempre por encima de la vida. Nosotros desaparecemos, la fiesta debe continuar, el dinero debe circular sin pausa hacia los bolsillos de los grandes empresarios que dejarán abiertas luego las puertas giratorias para que los políticos ocupen sus sillones en los consejos de administración.

Eso es lo que nos jugamos en estas elecciones del 4 de mayo. Elegir una forma de presidir que emborrona vidas, destruye nuestra memoria, convierte en negocio y propaganda cada acto de gobierno, o elegir una política de mujeres y hombres honestos, dispuestos a dedicar su existencia a las personas, a nuestras vidas, nuestros empleos, nuestra educación, la salud que necesitamos.

Porque son esas cosas, voto a voto, las que van colocando los ladrillos de nuestra patria, pintando los colores de nuestras banderas, porque no hay más patria, ni otras banderas, que los derechos compartidos que nos hacen libres e iguales. El 4 de mayo hay demasiado futuro en juego para tirar nuestro voto, o para renunciar a depositarlo en una urna.

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