El hombre sin límites

No viene de ahora. Hace ya 30 años hubo quien escribió un manifiesto transhumanista que marcaba un objetivo prioritario para cualquier progreso humano. El objetivo de eliminar cualquier limitación a las posibilidades del ser humano.

A fin de cuentas, para estos iluminados, estamos tan sólo ante un reto tecnológico. Las tecnologías deben de encontrarse disponibles y cada uno de nosotros debe ser libre de aplicarse las que estime más oportunas. Para empezar, nadie debe decirnos qué técnicas reproductivas tenemos que usar y cuáles no.

El potencial de que disponemos, nos cuentan, es muy grande, mientras que los riesgos están controlados y son controlables. Los beneficios para la humanidad se nos presentan como evidentes. No envejeceremos, no moriremos. Seremos mucho más inteligentes y tendremos emociones controladas, sensaciones inéditas y por descubrir.

La vida del ser humano sobre el planeta parece ser el resultado de la evolución de las especies. Se trata de dar un empujón, acelerar esa evolución. Pronto imaginaron acabar con las diferencias, las discriminaciones, las desigualdades de género a través del expeditivo método de convertirnos en ciborg. Desaparecido el género, desaparece el machismo y el patriarcado.

El hombre crea vida artificial de la misma manera que Dios creó vida natural. La diferencia, para estos videntes del futuro, entre formas de vida no existe. Seremos como dioses.

El problema no es sólo si un día podremos superar nuestras limitaciones físicas y mentales, sino si tenemos derecho a hacerlo sin limitación alguna. Si debemos planificar, diseñar nuestros cuerpos, nuestras mentes y las de nuestros hijos.

Ahí tenemos a los biohackers intentando hackear nuestros cuerpos y nuestras cabezas, modificar nuestras funciones, transformarnos, ampliar nuestras capacidades. Algunos trabajan en la investigación de modificar nuestro genoma para reconvertir nuestra musculatura y convertirnos en supermanes.

Al igual que unos cuantos soñadores crearon en los garajes de sus casas las innovaciones tecnológicas que hoy gobiernan nuestras vidas, los biohackers experimentan continuamente en sus pequeños laboratorios caseros con nuestra comida, lo que bebemos, los cuidados personales a los que nos sometemos, la salud, la medicación que utilizamos y hasta el aire que respiramos.

Es a lo que han llamado Biología DIY (Do It Yourself). Hágalo usted mismo en su propio garaje. Ciencia de garaje, reparto del conocimiento, soluciones de bajo coste. Lejos de los departamentos gubernamentales, las instituciones dedicadas a la investigación, las universidades, o incluso al margen de las grandes corporaciones empresariales.

Todo se aprende en redes de intercambio de conocimientos, lejos de las aulas. Esos grupos intercambian experiencias de por libre. Los llaman biohackers por algo. Porque intentan entrar en nosotros mismos, copiar, modificar, experimentar con nuestras vidas, con nuestra biología, mejorar nuestras capacidades, crear nuevas funciones.

Biología, tecnología médica, nuevas tecnologías, electrónica, nutricionismo y dietética, en un collage disparatado. Extracción casera de ADN, implantes que recopilan todo tipo de datos sobre nuestra salud y el funcionamiento de nuestro cuerpo. Pronto nuestros cuerpos contendrán smartphones con los que podremos intercambiar informaciones, datos, mensajes, imágenes, sonidos.

Estos modelos de desarrollo ya han tenido lugar hace muy poco tiempo. De los garajes nacieron los Apple, Amazon, Facebook, Google. Pronto podríamos ver esos garajes llenos de biohackers convertidos en grandes corporaciones empresariales.

La pregunta es hasta dónde la vida y la tecnología podrán interactuar sin destrozar el futuro de la humanidad sobre el planeta. Hasta dónde la ambición humana podrá reducir la vida a algoritmos informáticos. Por lo pronto ya tenemos batallones transhumanistas empecinados en meterse dispositivos electrónicos en cualquier parte de su cuerpo.

Los llamados grinder viven entregados a modificar sus cuerpos para aumentar su capacidad de percibir nuevas sensaciones, mejorar sus sentidos, muchas veces al margen de todo control médico. Implantarse microchips, o tintas electrónicas, como quien decide hacerse un tatuaje.

Considero un tremendo error creer que de estos experimentos se derivarán unos seres humanos que superen los límites de la vida y de la muerte. Esta nueva religión no puede convertirse en la última edición de un nuevo opio de los pueblos a nivel planetario.

Es urgente contener este río al borde del desbordamiento en el que tenemos la sensación de ser troncos abandonados y a la deriva en mitad de la corriente. Nuestras vidas son mucho más que todo eso.

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