Cuando hablamos de la pobreza, del Día Mundial contra la Pobreza, del Año Europeo de lucha contra la Pobreza, tendemos a pensar en los dramas humanitarios en otros países. Es bueno pensar que nuestros males son infinitamente menores que en otros lugares del planeta. Pero esta consideración no puede hacernos olvidar que Europa también soporta la condena y la amenaza de la pobreza.
En Europa el 16 por ciento de la población se encuentra en una situación de riesgo de pobreza, que se eleva en España al 19,5 por ciento.
La distribución de los ingresos tampoco es equitativa en la democrática Europa. El grado de desigualdad medio en Europa sería de 30 puntos sobre 100 en el coeficiente Gini, que se eleva al 37,4 en Letonia, o al 32,3 en España.
No podemos tampoco obviar que el peso de la pobreza es mayor sobre las mujeres, superando valores del 20 por ciento en el caso de España. O del 23 por ciento en menores de 16 años. O del 25 por ciento en mayores de 65 años. Un fenómeno relativamente reciente es la aparición de trabajadores cuyo salario y sus condiciones precarias de trabajo conducen a una situación de pobreza. Más del 11 por ciento de los trabajadores españoles viven en situación de pobreza.
La pobreza, no obstante, no sólo depende de la renta, sino también del acceso a determinadas prestaciones y servicios sociales. Eso que denominamos gasto social, es una poderosa barrera contra la pobreza. En la media de la Unión Europea el gasto social supone el 30 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB). Hay países como Suecia, Dinamarca, Francia, donde ese gasto en Sanidad, Educación, Servicios Sociales supera el 35 por ciento de su PIB. Sin embargo, en España, pese a haber crecido el gasto social, el mismo se sitúa en el 25 por ciento, lejos de la media y aún más lejos de los países más avanzados.
Es cierto que la lucha contra la pobreza aparece en diferentes recomendaciones, objetivos y documentos de la Unión Europea. Es cierto, también que cada país de la Unión Europea mantiene objetivos, actuaciones y programas de lucha contra la pobreza. Pero lo cierto, en tiempos de crisis, es que la pobreza ha aumentado en el conjunto de la Unión, produciéndose un empeoramiento de las condiciones de vida, especialmente en los países del Este europeo y del Sur, como España.
Por su parte, el Año Europeo de Lucha contra la Pobreza ha contado con objetivos escasos y compromisos muy limitados, más vinculados a la sensibilización que a una lucha real para erradicar la pobreza. Hasta tal punto que, embarcados en la crisis económica global, la estrategia de los países europeos, incluida España, pasa por fuertes ajustes presupuestarios en materia de prestaciones, servicios públicos y gasto social. Una estrategia errónea que retrasa la recuperación económica, vuelca demasiados esfuerzos en el déficit y agudiza los efectos de la crisis sobre la calidad de vida de la ciudadanía, conduciendo a los países europeos a una nueva recesión económica.
Francisco Javier López Martín