Patrimonio Mundial de la Humanidad

La noticia apareció primero como una posibilidad. La UNESCO iba a decidir de un momento a otro si daba por buena  y aprobaba la petición de Madrid de convertir el eje del Paseo del Prado y el Parque del Retiro en patrimonio mundial de la humanidad. Por primera vez un espacio urbano de la capital accedería a este reconocimiento.

Existen más de 1.100 lugares en más de 165 estados del planeta que cuentan con esta distinción. En España contamos con unos 50, como la Alhambra de Granada, la Catedral de Burgos, las obras de Gaudí, o los centros históricos de ciudades como Ávila, Santiago de Compostela, Córdoba, Segovia, Toledo, o Cáceres, entre otros muchos.

En el caso de la Comunidad de Madrid el Monasterio de El Escorial, Aranjuez, o Alcalá con su universidad eran ya patrimonio mundial de la humanidad, en cuanto a los patrimonios naturales, la UNESCO ya había concedido este título al Hayedo de Montejo.

El gobierno municipal de Ana Botella, heredero del impulso de Ruiz-Gallardón, presentó la candidatura del eje Prado-Retiro, que luego defendió con ahínco la corporación presidida por Manuela Carmena y ha sido durante el mandato como alcalde de Martínez Almeida cuando se ha recogido el deseado fruto de la concesión del prestigioso galardón.

Premio, galardón, reconocimiento, título, merecido en todo caso, si echamos cuenta de lo que representa este espacio urbano por el que transcurre cada año la manifestación del Día de los Trabajadores, a la cual dedique un libro titulado El Madrid del  1º de Mayo.

Para entender este espacio urbano y su carácter de patrimonio de la humanidad hay que remontarse a aquel Madrid de los Austrias en el que los reyes buscaban recogimiento en el monasterio de los Jerónimos, lo cual terminó dando lugar a la construcción de un palacio y unos preciosos jardines del Retiro en los que dar paseos, organizar fiestas y hasta combates navales en su estanque.

Sería, más tarde el rey Carlos III, al que muchos llaman el mejor alcalde de Madrid, el que decidió modernizar ese pueblo manchego, polvoriento, destartalado y sucio, que ostentaba el inmerecido título de capital de un imperio, en el que los servicios de recogida de basura eran las piaras de cerdos que limpiaban las calles de los desperdicios y excrementos arrojados por las ventanas al grito de ¡Agua va!

Venía Carlos de reinar en un Nápoles al que había convertido en ciudad ilustrada, moderna, muy poblada y amante de las artes y la cultura clásica. Una de las primeras actuaciones habría de ser, por lo tanto, construir un Salón al aire libre, el Salón del Prado, en el que los duelistas malencarados dejaran paso a las carrozas de la nobleza cortesana, que darían vueltas recorriendo el trayecto marcado por las tres estatuas de Neptuno, Cibeles, y en el centro Apolo. El mar, la tierra y las artes y las ciencias, presidiendo la vida de la Corte.

Mucho cambiaría después este Paseo del Prado, en el que fueron naciendo Palacios, el Museo de Ciencias Naturales, que luego se convirtió en una de las mejores pinacotecas del mundo, un Jardín Botánico donde albergar especies llegadas de todo el imperio y más arriba, ya en el Retiro, un Observatorio Astronómico, casi en Cibeles el Banco de España, una de las instituciones esenciales para sustentar a todo estado moderno.

Más tarde, la Estación de Atocha y el palacio de Comunicaciones, hoy Ayuntamiento de Madrid, el hospital de San Carlos convertido en Museo Reina Sofía, el palacio de Villahermosa, hoy Museo Thyssen, la Casa Sindical de la dictadura franquista, transformada en Ministerio de Sanidad y en sede de CCOO de Madrid.

Sin duda el eje conformado por el Paseo del Prado merece que el organismo de las Naciones Unidas dedicado a la Educación, la Ciencia y la Cultura, que eso significa UNESCO, haya decidido considerarlo patrimonio de la humanidad.

Pero por encima de los títulos y las medallas siempre debemos tomar en cuenta que fue un enorme esfuerzo colectivo y mucho trabajo humano el que hizo posible que un Madrid capital de un imperio decadente buscase la forma de convertirse en lugar de innovación, ciencia y trabajo, espacio cultural y de las artes.

Ese Madrid, capital de la gloria, cada vez que fue necesario defender un futuro de  justicia y libertad y siempre que hubo que abrir, o impedir, que se cerrasen puertas a la convivencia democrática. Lo que siempre quisimos ser dentro de España. Lo que se recuerda de nosotros en muchos lugares del planeta. Lo que nunca consiguieron robarnos ni por la fuerza, ni con engaños.

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