Sindicalistas por el mundo

Después de muchos años ocupando la pancarta en la manifestación, el estrado en la asamblea, el despacho de la secretaría general en el sindicato, he ido retirándome discreta pero decididamente, no diría que a un segundo plano, sino más bien a otra dimensión, a otra perspectiva, a otro punto de vida.

Hoy, ocupo mi atalaya en la frontera de la educación de personas adultas en Parla y asumo mi papel como corresponsal de una agencia internacional de noticias obreras, laborales, sindicales que recoge cuanto se mueve en el mundo trabajador a lo largo y ancho del planeta.

Digo atalaya no porque ocupe un lugar preeminente, sino porque ocupo un lugar privilegiado en esta localidad madrileña de unos 135000 habitantes y 115 nacionalidades distintas. Parla es hoy la frontera del planeta. Mis alumnas vienen de Marruecos, muchas, pero también de Guinea, Nepal, China, Bangla Desh, Cabo Verde, Nigeria, o Pakistán, entre otros muchos lugares.

Y mi tarea como corresponsal me permite conocer las luchas de los trabajadores en cualquier lugar del mundo. Como veréis todo un privilegio. Mucho mayor que el de la presidenta de la Comunidad de Madrid, que ganó muchos puntos ejerciendo su tarea como gestora de la cuenta tuitera de Pecas, el perro de su madrina, mentora y protectora.

Hoy, sin ir más lejos, desde la portada de Labour Start, me recuerdan el Día Mundial de la Justicia Social, en boca del Director General de la OIT. En Perú, los trabajadores y trabajadoras de H&M han conseguido cerrar los convenios colectivos bloqueados a lo largo de los últimos años y agradecen a los sindicatos suecos, el apoyo recibido en su lucha. Parece que el internacionalismo sigue funcionando, aunque se hable poco de ello.

En los Estados Unidos recibimos noticias de cada una de las burradas puestas en marcha por Trump y sus fantasmas ultrapoderosos, ultrarricos y ultraderechistas. Pero nadie nos informa de que los sindicatos educativos estadounidenses combaten los ataque de Trump contra los estudiantes, los docentes, las escuelas, la libertad académica, los derechos civiles, la democracia y hasta el abandono de cosas tan sencillas como los almuerzos escolares para menores vulnerables.

No hace mucho los trabajadores belgas protagonizaron una huelga general para defender los servicios públicos, la seguridad social y el poder adquisitivo de los salarios. También informan de la impresionante manifestación que recorrió las calles de Bruselas.

No faltan las exigencias de responsabilidades que plantean los sindicatos argentinos ante escándalos como los que protagoniza cada día el presidente Milei. Últimamente a costa de los apoyos del máximo responsable político argentino a la estafa de las criptomonedas.

Mientras tanto, los sindicatos de Bangla Desh denuncian las lamentables condiciones de trabajo, los accidentes y las muertes en los astilleros de desguaces de barcos pertenecientes a SN Corporation, con jornadas laborales de 12 horas, sin pago tan siquiera de horas extras. Así andan las cosas por el mundo.

En Cabo Verde los sindicatos de la educación fuerzan al parlamento a mejorar la situación de los docentes. Los salarios miserables del sector de la confección, a cargo de grandes marcas mundiales, son objeto de la lucha de los sindicalistas camboyanos. Amazon protagoniza cerca de 5000 despidos en la provincia canadiense de Quebec.

Una penosa ley omnibus en Indonesia. Despidos en Rieter India. Explotación de las trabajadoras inmigrantes del sector de los cuidados en Reino Unido. Huelgas y paros nacionales. En LIDL de Francia. Huelga general en Uruguay, o de los trabajadores del sector público en Mozambique.

Esta lista representa mucho menos de la mitad de las noticias laborales que se generan cada día en el mundo y que son recogidas en Labour Start. La extensión del sindicalismo sigue siendo una constante en países ricos y pobres, de cualquier continente.

Aunque se hable poco y se sepa poco de ello, sigue muy vivo el empeño de las personas que trabajan y sus sindicatos por obtener contratos decentes, con sueldos dignos, defendiendo la libertad para las personas y sus organizaciones, defendiendo la paz ante el aumento de los conflictos que desangran a la humanidad y condenan a la muerte.

Siempre he creído que la mejor arma de la que disponemos para defender vidas dignas y trabajos decentes es extender el sindicalismo por todo el planeta. Una tarea necesaria, urgente, imprescindible.

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