La España cantonal

Las elecciones generales han arrojado un resultado que puede contribuir a reeditar un gobierno de coalición similar al que hemos tenido en los últimos años. No soy especialmente crítico con este gobierno porque, por encima de los errores cometidos, ha tenido que lidiar con una pandemia y con sus consecuencias sobre la economía, el empleo y las condiciones sociales.

También pesa en mí el hecho de pensar qué hubiera sido de nosotros, atravesando estas mismas situaciones, bajo un gobierno de Casado, o del propio Feijoo, con un partido entregado al patrioterismo castizo, que se dedica a hablar de patria al mismo ritmo que se abren las puertas al negocio privado. Un partido en coalición con la irredenta ultraderecha.

Es cierto que hemos mantenido un firme combate medio a ciegas contra un coronavirus que nadie vio venir y que nadie sabía cómo combatir. Aprendimos sobre la marcha y hubo que fomentar el teletrabajo, poner en marcha los ERTEs, inventar nuevos mecanismos de protección social, intentar que funcionaran los sistemas telemáticos, las citas previas no presenciales, las reuniones mediante videoconferencia y otras cosas que se han instalado entre nosotros para siempre.

Vaya, que hasta el infausto dictador ha sido desahuciado de la tumba que okupaba en un lugar público. No es poco en tan poco tiempo. No han faltado tampoco los errores dictados por la soberbia de quien ejerce el gobierno con ciertas dosis de despotismo ilustrado.

Ahí han quedado asuntos como los maltratadores liberados o que han visto reducida su condena. Ahí queda un Ingreso Mínimo Vital (IMV) al que le ha costado comenzar a arrancar y que no ha alcanzado a los hogares previstos debido a las trabas burocráticas y a que termina colisionando con las Rentas Mínimas creadas en todas las Comunidades Autónomas. Ahí queda una ley Trans que ha roto la unidad entre las banderas moradas y las arcoiris.

Las insuficiencias en materia de transporte ferroviario de cercanías, o en determinados tramos de la red ferroviaria, como el caso extremeño, siguen ahí. La imposibilidad de encontrar cita con organismos de la Administración es muy frecuente. Algunos empleos temporales han pasado a ser denominados como fijos, pero siguen siendo tan precarios como siempre.

Son problemas e insuficiencias que, sin embargo, no han desalentado a los votantes de la izquierda. No han impedido que terminemos acudiendo más que en otras ocasiones, a las urnas. Los socialistas han conseguido mantener sus resultados, aunque a su izquierda la nueva propuesta generada a partir de Unidas Podemos no ha conseguido revalidar los resultados anteriores obtenidos por las fuerzas que la componen.

El principal motivo de estos resultados se encuentra, sin duda, en los errores cometidos en cadena por los populares a raíz de los resultados electorales en las municipales y autonómicas y los propios errores que han cometido durante la campaña. No acudir a algunos debates, por ejemplo, no ha sido bien entendido por algunos de sus votantes.

Han sentado regular los pactos electorales con la ultraderecha para componer mayorías de gobierno en numerosos ayuntamientos y en comunidades como la extremeña. Han alarmado las primeras medidas de prohibiciones de espectáculos públicos.

Han sembrado el descontento retrocesos sociales y en libertades públicas en algunos lugares que han llevado a suprimir concejalías de igualdad, prohibir minutos de silencio por las víctimas de la violencia de género, o arrancar banderas arcoiris de los espacios públicos.

Todo ello ha dado origen a convertir en voto de rechazo lo que estaba llamado a ser abstención en todo los pronósticos. Las gentes de izquierdas y muchas otras de centro han decidido esta vez intentar frenar el ascenso de la ultraderecha y puede que lo hayamos logrado.

Otra cosa es el escenario que se avecina. Nada halagüeño, si comprobamos los primeros movimientos a la izquierda del PSOE. Pocos se atreverán a dejar pasar a la derecha, o convocar nuevas elecciones, por no apoyar la reedición de un “gobierno de progreso”. Pero nada está asegurado por el momento.

Ya podemos comprobar que no sólo Junts, o ERC, se aprestan a imponer peajes a cambio de su voto. Siguiendo esta tendencia, el PNV, o EH-BILDU, se ven también obligados a dar a conocer sus pretensiones.

En la propia nueva coalición SUMAR, cada fuerza ha decidido jugar a lo suyo y unos piden condonaciones de sus deudas autonómicas, otros contar con más recursos y todos que se tome en cuenta cómo va lo mío. Y es que no estamos ante una organización federal, ni tan siquiera confederal. No hay una organización más allá de un núcleo pensante y activista, sino una suma de cantonalismos que defienden la independencia de sus espacios localistas.

Siguiendo la tendencia centrífuga cada componente, sea estatal como Podemos, o sea territorial como Compromís, jugarán a funcionar como grupo parlamentario propio de hecho, o de derecho. No existen órganos federales, o confederales que pongan orden, que generen institución, organicidad, que aseguren la unidad de la pluralidad y la diversidad.

Se puede ser, a la manera de la fracasada I República, federalistas (más o menos radicales, benévolos, o intransigentes), unionistas, mezclas de estas tendencias. Podríamos añadir una versión confederal de este tipo de fórmulas organizativas. Podríamos sumar versiones monárquicas, o republicanas. Pero el error cantonalista, eso ya lo hemos cometido con anterioridad y conduce al desastre anunciado.

Veremos cómo evolucionan las negociaciones. La derechona sigue enrocada en el apoyo a la fuerza más votada. Esa opción que ha despreciado en comunidades como la extremeña y en centenares de ayuntamientos. Así las cosas sería complicado, pero posible, alcanzar un acuerdo de gobierno de las fuerzas “progresistas”, salvo que el cantonalismo rampante se empeñe en bloquearlo.

En cualquier caso y pase lo que pase, es evidente la necesidad de transformar un voto reactivo, cortafuegos, negativo, provocado por la necesidad de frenar el ascenso de la ultraderecha en España, en Europa, en el mundo, en un voto positivo, a favor de un proyecto de izquierdas, radical, sereno pero firme. Plural y diverso, pero voluntariamente unitario.

El efecto Yolanda Díaz, con todo el componente rosa que queramos atribuirle, ha contenido en parte una debacle que pudiera haber sido mucho peor. De eso hablaremos en otro momento, pero Sumar nace muy tocado y como proyecto creíble, al menos por ahora, no se encuentra disponible a la izquierda del voto socialista.

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