El viejo y el excel

Cada mañana de los mismos meses de julio y agosto, desde hace décadas, se junta con otros viejos, a primera hora de la mañana, en los límites de la playa, mientras los municipales controlan que nadie tome posesión de una porción de playa antes de la hora fijada por la corporación municipal.

Es tan sólo una de las muchas tareas que asume a lo largo de los dos meses de verano en los que va acogiendo a todos sus nietos, nietas, hijas, hijos, yernos, nueras, en solitario, en grupo, en comandita, juntos, emparejados, desemparejados, por turnos, con la disculpa de que los abuelos no estén solos en el apartamento de la playa.

Salgo a pasear y allí le veo. Mi vecino veraniego. Es viejo. No gusta que yo diga, o escriba, la palabra viejo. No es políticamente correcto, Pero yo no soy político, de profesión, me refiero. Durante un tiempo representé un papel de personaje público en el sindicalismo. También tenía que guardar ciertas formas, cuidar a veces un lenguaje  políticamente correcto.

Ahora sólo soy maestro y mi obligación de ser políticamente correcto se reduce a ser respetuoso y no causar un daño innecesario, inútil, improcedente. Un maestro no está aquí para engañar, ni tan siquiera para enseñar. Un maestro tan sólo sugiere, nombra, invita, incita. Crea en los demás ganas de ser, de conocer, de aprender, de vivir. Y un viejo es un viejo. Yo también lo soy, de qué me valdría negarlo.

Decir viejo, escribir viejo, nunca ha sido deshonroso. Puede que lo sea para quienes quieren ocultar la vejez, negarla, esconderla, engañarla, evadir la muerte, cambiar su nombre, negar la muerte como parte de la vida, la vida como paréntesis de la muerte. Tercera edad, mayores, sénior, a lo sumo abuelo, abuela. Nunca viejo, nunca anciano, palabras prohibidas,

Aquel hombre es un viejo, de qué nos vale negarlo. Este año se encuentra delicado, con tratamientos médicos que producen cansancio y agotamiento, pero cada mañana hace guardia para asaltar la primera línea de playa. Para cuando yo regreso de mi paseo matinal ya dormita en la terraza, protegido por las plantas de las miradas indiscretas, defendido del sol por un toldo tupido.

No bajará a la playa, lo harán sus nietos, lo harán sus hijas, lo hará su esposa, pero no él. Esos calores a pie de playa acaban con las escasas fuerzas que necesita para mantener su particular batalla por la vida. Prefiere bajar un ratito y sentarse a la orilla del mar, a última hora de la tarde, cuando el sol no es tan agresivo, cuando la luz es menos invasiva, cuando el calor comienza a conceder una tregua hasta el día siguiente.

Para cuando vuelva a sus cuarteles de invierno, me cuenta en una de esas confidencias de viejo a viejo, sus hijas ya le han preparado un excel, sí, un excel, un cuadrante, un horario, en el que le reparten las tareas que deberá realizar tras el retorno a la monótona anormalidad cotidiana de la temporada otoño-invierno.

En el excel le organizan la hora de recibir en su casa a los niños, la hora de llevarlos al colegio, el momento de recoger a los otros nietos al medio día, llevarlos a casa, darles de comer, devolverlos al colegio, volver a casa, sestear un momento y recoger a los del hijo, darles la merienda, llevarlos al parque y esperar a que alguno de los padres-madres, en función de los horarios y necesidades de la empresa y de sus actividades sociales, venga a hacerse cargo de los nietos.

No es el único. Miles, cientos de miles, tal vez millones de mayores, recorren el camino de mi viejo amigo. Los he visto jubilarse un día y presumir del tiempo del que iban a disponer para atender sus aficiones, sus voluntariados, sus viajes pendientes.

Pasados unos meses sólo hablan de sus excel, de sus tareas al servicio de la familia y de cómo algunos de sus hijos responden cuando anuncian que se van una semana de viaje para mayores,

Pero y ahora ¿qué hacemos con los niños?

Cuentan en los medios de comunicación que el 35 por ciento de los mayores de 65 años cuida a sus nietos varios días por semana y, como se ve, en todas las temporadas del año. Ahí lo dejo. Estamos en pleno verano y no todo va a ser sol y buen tiempo.

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