Esperar lo mejor, prepararse para lo peor

Los conductores de programas de entretenimiento televisivos intentan por todos los medios traernos buenas noticias sobre la evolución de la pandemia. Al parecer tenemos que recuperar cuanto antes la confianza en el consumo, en que todo volverá a ser como antes. Estamos ya en el final de la pesadilla. Es lo que todas y todos queremos oír, aunque los expertos siguen siendo prudentes.

Los entrevistadores intentan sacar de los expertos virólogos la buena noticia de que de nuevo ya estamos en la antigua normalidad y podemos volver a la fiesta. Pero los mencionados virólogos ahí andan resistiendo erre que erre, contando lo que no queremos oír, lo que queremos olvidar, que esto va para rato, que hasta que el conjunto de la humanidad no cuente con vacunas no hay nada que hacer, que no sabemos cuánto tiempo duran los beneficiosos efectos de las mismas, ni cuántas mutaciones se van a producir en el virus durante este tiempo.

Por eso, alguno de estos virólogos, en este caso de la Universidad de Cambridge, dijo claramente, hace ya meses, que superar esta crisis va a llevar mucho tiempo y que, siguiendo el famoso dicho inglés, deberíamos esperar lo mejor pero prepararnos para lo peor.

De hecho, una vacunación generalizada, a nivel mundial no es esperable hasta dentro de un par de años y ahí tenemos los datos de 40.000 contagios diarios en Reino Unido con la nueva variante Delta Plus, que ha comenzado a llegar a España.

Tampoco faltan las voces clarificadoras en nuestro país. Entre ellas la de Margarita del Val, nuestra investigadora de confianza del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Insiste en que no nos hemos librado de sufrir una sexta ola de contagios, ahora que llegan los rigores y fríos del invierno y nos alerta sobre el hecho de que vacuna no nos protege del contagio, puede hacer que nuestra enfermedad sea más débil, pero muchos pasaremos tarde o temprano el coronavirus.

Por lo tanto, estar vacunados no debe hacernos bajar la guardia. Las mascarillas siguen siendo claves, la distancia, preferir exteriores a interiores y ventilar bien los interiores, tener especial cuidado en los lugares con mayor concentración de personas.

Podemos contagiarnos y podemos contagiar y la vacuna no va a impedirlo. Estar vacunado y dejar en suspenso todas las medidas de seguridad es comportarse como lo hacían los negacionistas, significa poner en riesgo a los demás, porque el virus puede utilizarnos para multiplicarse, aunque seamos asintomáticos.

Llegará un día en el que existan tratamientos eficaces y nuevas vacunas que impidan el contagio, pero no es el caso, no por el momento y aún cuando lleguen serán pocas. Si a esta circunstancia le añadimos la aparición previsible de nuevas variantes, resulta que lo tenemos complicado y ni podemos, ni debemos, bajar la guardia. A fin de cuentas, en julio de 2020 estábamos en cifras muy similares a las actuales.

La diferencia actual es que contamos con un número mucho mayor de personas vacunadas, que puede permitir que la incidencia hospitalaria en UCIs y el número de fallecimientos sea menor, pero conviene ser precavidos y no bajar la guardia. Evitemos los contagios. Para que lo mejor se produzca tenemos que prevenir lo peor.

Frente a quienes siguen jugando a la contra, exigiendo la vuelta a la “normalidad” de forma inmediata en función de sus intereses personales y el bien común y los intereses generales, debemos tomar conciencia de la realidad que se esconde tras ese proverbio inglés que ha sido utilizado por personalidades como el Dalai Lama, la escritora canadiense Lucy Maud Montgomery, o el portugués Fernando Pessoa y que Hannah Arendt reconoce como el precepto por el que ha vivido: Esperar lo mejor, prepararse para lo peor.

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