Hace unos meses, a propuesta de la ultraderecha, el Ayuntamiento de Cáceres tuvo que enfrentarse a la disyuntiva de cambiar el nombre de la Plaza dedicada a Gloria Fuertes por el de Princesa Leonor. El gobierno de derechas tuvo que afrontar las protestas populares que exigían un respeto hacia la gran poeta.
Al final la derecha se vio obligada a negar el apoyo a la iniciativa de sus socios de gobierno. Pan para hoy y hambre para mañana, porque ahora la ultraderecha tuerce la mano del alcalde sometiéndole a esas presiones caprichosas de no aprobar los presupuestos si no se ejecutan las “actuaciones pactadas”.
Nadie nos explica cuáles son esas “actuaciones pactadas”, vinculadas al parecer a los remanentes de tesorería. Vaya, qué hacemos con el dinero que no gastamos. Cuanto menos sepamos mejor. A saber qué compromisos se adquieren y se firman, o se dan por sobreentendidos. A saber qué concesiones permiten acceder al poder y mantenerse en el mismo, cuando los votos necesarios dependen de los caprichos de ultraderechistas.
Estos caprichos ultraderechistas reclaman un día quitar el nombre de Gloria Fuertes y otro que desaparezcan las placas con los nombres de Paco Rabal y de su pareja, Asunción Balaguer, del centro cultural y de la plaza a las que daban nombre en la localidad de Alpedrete, gobernada por la derecha y la ultraderecha.
Es notoria la inquina de estos señores con el mundo de la cultura, hasta el punto de prohibir obras culturales que no se correspondan con sus posiciones políticas, sus ideas, o su ideología. Cuadros prohibidos, películas retiradas de las carteleras anunciadas, compañías de teatro vetadas, nombres progresistas que desaparecen y nombres golpistas que reaparecen.
Así son las cosas. Hay países donde se asesina a los artistas. Hay otros países en los que se queman sus obras y, por último, otros como España, en los que se desprecia cuanto se ignora, como bien dijo Antonio Machado y desaparecen de las programaciones culturales todas aquellas obras, de cualquier naturaleza, que no formen parte del proyecto ideológico de turno.
Con todo, por mezquinas, cortas de miras y catetas que me parezcan estas decisiones, se me antoja que es mucho más grave que las políticas que se aprueban por estas dos fuerzas políticas, cada vez más abrazadas y conchabadas en aras de beneficiarse del poder, traigan consigo consecuencias que tienen que ver con la vida de los seres humanos.
El acuerdo de gobierno de la ultraderecha y la derechona en la Comunidad Valenciana produjo la desaparición de la Unidad Valenciana de Emergencias. Pero no se trata tan sólo de la desaparición de aquellos que deben actuar de inmediato cuando se produce un desastre.
El pacto ultra que gobierna Valencia pretende eliminar también la Agencia del Cambio Climático, creada durante la etapa de presidencia de Ximo Puig para actuar frente al cambio climático, prevenir riesgos para las personas y el medio ambiente y actuar en el caso de que se produzcan situaciones de emergencia cada vez más frecuentes.
Las palabras tienen importancia. Pueden ser utilizadas impunemente para mentir. Mentir constantemente, nos dice Hannah Arendt, no tiene como objetivo que terminemos creyendo las mentiras, sino que acabemos pensando que vivimos en un mundo de mentiras, en el que no creemos nada ni a nadie porque todos mienten y nadie dice la verdad.
– Y un pueblo así, privado del poder de pensar y juzgar, está, sin saberlo ni quererlo, completamente sometido al imperio de la mentira. Con gente así puedes hacer lo que quieras, concluye Arendt.
Es importante que no nos roben las palabras, que no nos las mientan. Que no decidan su significado. Es importante que construyamos nuestra verdad y la defendamos. Es necesario que no olvidemos los nombres de los nuestros, contemos sus historias y preservemos su memoria.
A fin de cuentas la verdad no es la misma para todos, por mucho que muchos intenten convencernos de ello. Antonio Machado, disfrazado de su heterónimo Juan de Mairena, nos lo dejó bien claro,
-La verdad es la verdad, dígala Agamenón, o su porquero.
Agamenón: -Conforme.
El porquero: -No me convence.
Es nuestro derecho llamar y dar nombre a las cosas, a las personas, a los hechos que ocurren a nuestro alrededor. Es nuestra libertad. Nuestra manera de ser libres. Es el poder que nos fue otorgado de dar nombre a cuanto existe y decidir qué queremos que signifique.