Los Presupuestos son el momento más importante de cada año político. Otros debates como el del Estado de la Región, la inauguración de una nueva estación de Metro, de una nueva Ciudad de la Justicia, o de un nuevo edificio de Calatrava, pueden ser más polémicos, pueden tener más morbo, pero nunca serán tan importantes como el Debate Anual de los Presupuestos.
A fin de cuentas el Estado de la Región no es otra cosa que el debate sobre las virtudes, o las carencias, que han producido los proyectos presupuestarios de años anteriores. Un puente, una estación de Metro, un edificio para los jueces, no existirían nunca si no aparecen previamente en un proyecto de Presupuestos.
Las coaliciones de gobierno, implícitas o explicitas, siempre tienen su momento de baño de realidad en el Presupuesto. Los guiños entre Ayuso y Monasterio han terminado produciendo un número realista, de la mala suerte, en sus 13 acuerdos presupuestarios, los cuales se resumen en uno solo, consistente en no aceptar ni una sola de las enmiendas presentadas por la oposición.
Mira que es difícil que entre miles de enmiendas no haya ni una sola que merezca la pena, cuando la verdad es que no son pocas las ocasiones en las que algunas de estas enmiendas vienen a corregir errores en la elaboración de los presupuestos, o desequilibrios que escaparon a la vista al aprobar el proyecto.
Un buen gobernante es capaz de aprovechar y dar cancha a los miembros de la oposición cuando se trata de pulir, maquillar y hasta hacer más realistas sus presupuestos. Pero ahora parece que ser gobernante no tiene nada que ver con eso, no se trata de buscar el bienestar general, sino de dejar claro que hay dos comunidades dentro de Madrid, dos clases de ciudadanía, una región en la que hay que dejar siempre claro quiénes son los vencidos.
Hay que aprobar sin complejos que los pobres pagan la enseñanza no obligatoria de los ricos, que los niños inmigrantes abandonados son culpables mientras no se demuestre lo contrario, cueste lo que cueste hay que confrontar cuidados paliativos con derecho a morir dignamente, o hay que contraponer las ayudas al embarazo de adolescentes con el derecho al aborto.
Presumen los gobernantes de Madrid de que los Presupuestos crecen casi un 15 por ciento, pero no explican que desde 2019 no hay presupuestos en Madrid y que no se debe comparar lo que ocurría hace años, con lo que gastaremos el año que viene, cuando venimos de una pandemia que ha demostrado la brutalidad de los recortes de los sucesivos gobiernos de la derecha madrileña que han debilitado la capacidad de lo público para mantener la calidad de nuestras vidas.
En realidad, si tomamos en cuenta lo gastado en 20019 y hasta lo que gastábamos en 2009, comprobaremos que estamos gastando menor porcentaje en Sanidad y en otras políticas públicas de lo que gastábamos en aquel año. Si miramos las cantidades reales ejecutadas en presupuestos anteriores podemos ver que son superiores que las que ahora presupuestan para el año que viene.
En realidad, este gobierno sólo hace crecer sustancialmente las partidas destinadas a sostener la enseñanza concertada, los acuerdos con la sanidad privada, o con las residencias y centros de día de titularidad privada. En realidad su obsesión es pagar más y mejor al sector privado que presta todo tipo de servicios a los centros públicos, ya sean gastos de limpieza, de vigilancia, o de gestión privada de centros públicos.
Un presupuesto se basa en el equilibrio necesario entre los ingresos y los gastos y esta es otra de las peculiaridades de los presupuestos madrileños. A base de rebajas fiscales y de convertir a Madrid en un competidor desleal con otras Comunidades Autónomas los recursos disponibles son tan insuficientes que hay que culpar al Estado de las carencias de recursos presupuestarios.
Elaborar un presupuesto requiere ser consciente de que los recursos son siempre limitados y las necesidades son infinitas, por lo tanto, quien elabora un Presupuesto tiene que establecer prioridades de unos gastos sobre otros. Atender a quienes más lo necesitan, para que la igualdad y la cohesión social no se debiliten, o bien derivar los recursos de todos para mantener el negocio, a menudo especulativo, de unos pocos.
Madrid va a tener sus primeros presupuestos en tiempos de pandemia y eso tendría que ser motivo de alegría. Lo triste es que los presupuestos de Madrid van a ser unos presupuestos pandémicos, contaminados por el sectarismo de la desigualdad y la fractura social.