La Unión Europea aprobó, aún antes de la llegada de la pandemia, un Pacto Verde según el cual Europa será climáticamente neutra en 2050 y habrá reducido las emisiones de efecto invernadero en un 55% allá por 2030. Lo cierto es que al ritmo que vamos en 2030 habremos alcanzado un 48% de reducción, es decir nos faltarán 7 puntos porcentuales para alcanzar el objetivo.
En todo caso lo verde, lo ecológico, lo sostenible, se ha convertido en un asunto recurrente para la economía europea. Innovación ecológica, mentes verdes, transición ecológica, ocupaciones verdes. Hasta la formación tiene que ser también verde.
No existe una gran reflexión ni cuestionamiento sobre las consecuencias negras y marrones de nuestra economía verde en el conjunto del planeta, pero nosotros seguimos avanzando decididamente hacía una Europa Verde. De pronto, los modelos lineales de crecimiento tienen que adquirir apariencia de circulares para reducir emisiones y disminuir el consumo de recursos naturales.
Hasta la formación debe ponerse al servicio de la economía y del empleo verdes., aunque nadie sabe muy bien qué es eso del empleo verde. Un empleado que trabaja en centrales nucleares podría ser ayer mismo un trabajador marrón y hoy podría ser verde. Así son las cosas.
Un empleo verde no sabemos si queda definido por las tareas que realiza el trabajador, o si lo que prima son sus habilidades y competencias, o si depende de la empresa y el lugar donde trabaja. Un ingeniero de las eléctricas en Alemania es verde y cuando se ocupa de la extracción de litio en los desiertos del salitre boliviano se convierte en ingeniero marrón.
Cada día podemos comprobar cómo hasta las actividades más contaminantes incorporan componentes verdes, aunque sólo sea para hacernos creer que las cosas están cambiando. Aunque sólo sea para ocultarnos la realidad de que la limpieza verde de la que queremos rodearnos va acompañada de una suciedad cada vez mayor en lugares como India, China, Congo, el desierto de Atacama, o las selvas del Amazonas.
Hasta quienes diseñan los sistemas financieros que permiten el sostenimiento económico de las empresas, pasan a ser analistas financieros verdes. Al parecer son trabajadores ecológicos porque valoran modelos de negocio más limpios, producciones sostenibles, inversiones ecológicas y modelos circulares.
Los vendedores del modelo incorporan a las ventajas la creación de casi 3 millones de nuevos empleos en Europa. Empleos con muchos componentes trasversales. Empleos en todos los sectores y en todos los niveles de competencia, que exigirán un aumento constante y un reciclaje permanente.
Empleos en la construcción y en los servicios, en la gestión de residuos, claro que sí, pero también en energías renovables, plantas eléctricas en alta mar, o biogás. En construcción de vehículos eléctricos y en la enorme cantidad de procesos automatizados y digitalización que se van a necesitar. Empleos, también, en el diseño de las nuevas ciudades.
Lo verde y lo digital se han convertido en el paradigma que justifica el futuro. Todo forma parte de la famosa Transición Verde. El Pacto Verde Europeo es la revelación que los especialistas en política intentan convertir en objetivos asumidos y mensajes aceptados por la ciudadanía.
Y para ello, no son sólo necesarias las leyes que imponen las cero emisiones netas en todos los sectores económicos. Es necesario también que el proceso implique a todas las instituciones formativas, a todos los niveles educativos, a todos los centros formativos.
Desde las universidades a la Formación Profesional reglada, a la Formación Profesional vinculada al empleo, al reciclaje y mejora de competencias profesionales a lo largo de toda la vida, ya sea en niveles superiores, medios, o básicos.
En estos momentos se están produciendo transformaciones en todos los sistemas educativos europeos. Buena parte de la colaboración entre instituciones formativas y empresas, buena parte del esfuerzo en formación e intercambio de profesorado, buena parte de los ajustes en los programas formativos en todos los niveles y de la aparición de módulos formativos ágiles, cursos y programas, tienen el objetivo de apoyar y abrir camino a las transformaciones económicas, sociales y políticas en marcha.
No se trata de negar las transformaciones que se producen. No se trata de negar los cambios que se producen en el empleo. Se trata de poner los nuevos instrumentos al servicio de los pueblos y no de los intereses de las grandes corporaciones.
Ya sé que no es el camino que se intuye en el horizonte, pero todo puede saldarse en un gran fiasco planetario si no somos capaces de que la formación que necesitamos responda a las necesidades de las personas y no sólo a los intereses de las empresas.